Bajo los conceptos de "Salud reproductiva y sexual" (¿?) los planificadores de la ONU están desde hace unas décadas promoviendo el aborto en todo el mundo. Por supuesto, son las recomendaciones y la palabrería de la ONU las que inspiran al provinciano acomplejado y ansioso de aceptación que es nuestro presidente. Su objetivo es, como reza en una de sus muchas ONGs satélite, "trabajar para asegurar que toda persona tiene el derecho a acceder a la salud reproductiva y sexual, de manera que la humanidad y el entorno natural puedan coexistir y que menos gente viva en la pobreza".
La CFAM, una división de la ONU, estuvo detrás del programa de abortos forzosos en China, con conocimiento además de los campos de exterminio de niñas (en palabras de Human Rights Watch) y los asesinatos de segundos hijos recién nacidos (llamemos las cosas por su nombre). Eso no importó para que la CFAM premiara a China un año tras otro por su programa eufemísticamente llamado "de un solo hijo". Obama acaba de dar el pistoletazo de salida de una nueva ola abortista al levantar la prohibición de financiar a esa organización; sanción que se impuso cuando se tuvo conocimiento de esos crímenes.
Obsérvese que uno de los objetivos es contener y reducir la población mundial al servicio de la vieja eco-religión de la Madre Tierra, uno de cuyos dogmas es la idea de que los recursos son limitados. Como sucede con la idea gemela de los recursos infinitos, ambas son pre-concepciones atávicas que vienen de las sociedades más primitivas, donde los recursos se extraen en bruto de la naturaleza. Esas sociedades oscilan entre el infanticidio y el derroche indiscriminado según su capacidad para esquilmar el entorno. La mayor extinción provocada por humanos ocurrió en la edad de piedra, cuando salimos de África armados con arcos y flechas e invadimos Australia, Eurasia y América. Se conservan montañas de animales en esos continentes de los que se habían consumido sólo las partes más suculentas. En cambio, en la sociedad modernas los recursos se elaboran a medida que se van necesitando por medio de la inventiva humana y de la división del trabajo. El temor a un límite en los recursos existe desde que el hombre es hombre, pero está desmentido por los hechos una y otra vez. El mundo está ambientalmente ahora mejor conservado que cuando la población humana era mucho menor.
El segundo objetivo confesado es reducir la pobreza por el método de eliminar pobres. Las guerras y las hambrunas son causadas por el –supuesto– problema de la falta de recursos. Es mejor que los pobres no lleguen a nacer, razonan. Al mismo tiempo, el remordimiento del mundo rico se atenúa porque esta forma de eliminación sale menos en las noticias y se supone que los que queden tendrán suficientes medios como para criar a sus hijos. Pero, nuevamente, los recursos los crean los individuos y la escasez la causa la falta de derechos individuales, es decir, la falta de un Estado de Derecho que permita a cada uno sentirse dueño de su vida y del producto de su trabajo. Por tanto, una sociedad que físicamente intenta eliminar pobres re-creará esa capa de pobres si no mejoran sus instituciones y una sociedad con pobres que mejora institucionalmente dejará de tenerlos. No existe una relación entre densidad de población, pobreza y deterioro del medio ambiente. Y si existe, es la contraria a la que sugieren.
La moral no es un conjunto de convenciones sociales arbitrarias, sino que refleja los deberes hacia uno mismo y hacia los demás. Deberes que tienen, en último término, un sentido biológico que no puede ser redefinido ni trasferido. Un embarazo es para tener descendencia. La interrupción de ese programa biológico genera un trauma en cualquiera de las fases de búsqueda de pareja estable, embarazo y crianza hasta la edad fértil de los hijos. El objetivo del trauma es que la mujer repase una y otra vez qué cosa hizo para perder esa inversión biológica con el fin de evitar que se repita. Si la lógica de la selección natural hace a la psicología femenina equipar su aborto con un homicidio, nadie ni nada pueden cambiar ese significado y ese daño. Como consecuencia, bajo una ignorancia buscada se están generando ríos de remordimientos que atormentarán a muchas mujeres durante toda su vida. Los efectos sociales resultantes son similares a los producidos por un genocidio, al que hay que añadir el sentido de culpa. No hay escape posible a la irresponsabilidad individual; ni en éste ni en ningún otro aspecto. Sólo se puede ocultar temporalmente, y eso constituye la base del poder sobre la gente de nuestros proveedores de soluciones fáciles.
No hay nada más parecido a un idiota ingeniero social que otro idiota ingeniero social. No importa que sea un funcionario soviético, de la ONU o una subsecretaria del Ministerio de Igualdad. Su inteligencia es limitada, pero más que suficiente como para avanzar en sus intereses. Esos intereses consisten en engrandecer su poder a base de acaparar todo sentido del bien para que se le rinda culto en exclusiva. Se trata de destruir las lealtades mutuas, incluida nuestra propia responsabilidad para con nosotros mismos y desviarlas hacia ellos. En lo social se traduce en destruir la sociedad civil, con sus instituciones y tradiciones informales, que han sido depuradas y consolidadas a lo largo de la historia para canalizar las relaciones humanas y sustituirlas por reglamentaciones compulsivas en las que ellos actúen como garantes. Es decir, su objetivo es edificar una siniestra y excluyente religión de Estado.
En la Unión Soviética, las únicas instituciones con poder en la sociedad fueron el Partido Comunista y la KGB. Todo lo demás quedó suprimido o a su servicio. El socialismo "de nuevo cuño" realiza ese proceso no mediante la violencia revolucionaria, sino vendiendo el invento como "nuevos derechos". Todo ello en aras de la llamada "modernidad". El anzuelo perfecto para cualquier paleto acomplejado.
No nos engañemos por el hecho de que estos nuevos socialistas dejen la economía en relativa libertad. Con la justificación de argumentos desmentidos por los hechos y el concurso de la ignorancia, las medidas como el aborto gratuito y la píldora abortiva sin permiso paterno tienen los objetivos que, en el fondo, siempre han existido en la izquierda, como son la destrucción de la familia y la Iglesia. Son medidas diseñadas para la consolidación de su poder, que entran en el mismo paquete que la destrucción de la historia nacional o la destrucción de los roles de género o el afán por la multiculturalidad y la diversidad. ¿Por qué? Porque sin puntos de identificación común, sin historia, sin tradiciones, las personas no son ciudadanos con lazos entre sí en una sociedad civil sino que son como extraños paracaidistas, recién llegados, cuyo único nexo son sus gobernantes, ahora convertidos en amos y "educadores para la ciudadanía".