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La reformada entidad de derechos humanos de la ONU incluye una vez más a países que no tienen ningún interés en proteger los derechos humanos, un negocio que se practica mejor con los infractores dentro.

Bajo la cúpula de la sala del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra –la misma que decoró Miguel Barceló con dinero del Estado español destinado a la ayuda oficial al desarrollo– se sentará próximamente Estados Unidos junto con algunos de los países con peor historial en derechos humanos. Washington ha ganado un asiento en el organismo, heredero de las malas prácticas de la criticada Comisión de Derechos Humanos de la ONU, tal y como anunció la Casa Blanca en marzo de este año.

En una semana en la que los derechos humanos han dominado los titulares –torturas, waterboarding, tribunales militares, Guantánamo– se ha prestado poca atención a este verdadero varapalo a los derechos humanos, que es un error político que no traerá ningún beneficio a la nueva Administración estadounidense

Estados Unidos fue prácticamente el único país que se pronunció contra la creación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, hace ya tres años. George W. Bush lo boicoteó por sus críticas enfermizas hacia Israel –uno de los deportes predilectos de los diplomáticos de Naciones Unidas–, por considerarlo dominado por países violadores de los derechos humanos, y por no denunciar hechos como los ocurridos en Sudán. Pero si Bush dijo blanco, Obama tenía que decir negro. A finales de marzo, un comunicado firmado por la secretaria de Estado Hillary Clinton y la embajadora estadounidense ante la ONU, Susan Rice, reflejó el deseo de Barack Obama de unirse al Consejo para ayudar a hacerlo más efectivo, en su adeudo por crear una "nueva era de compromiso" con la comunidad internacional.

A lo largo de estos tres años de andadura del nuevo Consejo nada ha cambiado en cuanto a las malas prácticas heredaras de su antecesora. La reformada entidad de derechos humanos de la ONU incluye una vez más a países que no tienen ningún interés en proteger los derechos humanos, un negocio que se practica mejor con los infractores dentro, que además disfrutan de los privilegios de este club de la ONU. Cuenta entre sus miembros con Cuba, Arabia Saudí, China o Rusia y es utilizada y controlada por la Organización de la Conferencia Islámica, que a través de sus aliados ideológicos ataca a Israel con continuas inculpaciones de violaciones de los derechos humanos.

Con Estados Unidos dentro de la organización, nada va a cambiar. El Consejo es una organización defectuosa que ante la ausencia de verdaderos cambios –como limitar la pertenencia a esta entidad a los Estados con un firme compromiso con la protección de los derechos humanos– no impulsará la participación de Washington, que además perderá en credibilidad. Esperemos que al menos no se les caiga la cúpula encima.

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