Ciudadanos, partido "flash"
Con todos se formó Ciudadanos y comenzó la andadura con 90.000 votos y tres diputados. Todo un éxito. Un éxito que no hemos sabido administrar.
Ciudadanos apareció en la vida política catalana como un relámpago de luz, un "flash" deslumbrante, y quizá la duración de ese partido sea igual de efímera que la luz de un "flash". ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo ha sido posible el apagón en tan poco tiempo? ¿Por culpa de quién?
Ciudadanos surgió por la iniciativa de quince intelectuales que pusieron su nombre y su prestigio en dos manifiestos, y pretendían movilizar a la sociedad para hacer frente a los abusos nacionalistas y regenerar la vida política. Su ideología era transversal, una síntesis del socialismo democrático y el liberalismo progresista. Esta síntesis debería conducirse con métodos exquisitamente democráticos y participativos. Los intelectuales no se tiraron a una piscina vacía. Existían desde hace tiempo una serie de asociaciones civiles que reivindicaban los derechos de los castellanohablantes, cercenados desde la primera Ley de Política Lingüística de 1983: Asociación Cultural Miguel de Cervantes, Asociación de Profesores por el Bilingüismo, Asociación por la Tolerancia. Incluso se había dado el salto cualitativo hacia la política. Se fundaron partidos como "España, constitución de Ciudadanos" y más tarde "Iniciativa No Nacionalista" que se iban diluyendo unos en otros como ríos que convergen para hacer más grande el caudal. Con todos se formó Ciudadanos y comenzó la andadura con 90.000 votos y tres diputados. Todo un éxito. Un éxito que no hemos sabido administrar. A las tensiones y desencuentros de cualquier colectivo humano se han añadido las inherentes a la vida política adobada por la heterogeneidad de los afiliados y la ingenuidad de los más antiguos en la lucha. No era cuestión de ideología, era cuestión de personas y de grupos de personas.
No es fácil conducir un colectivo humano, mucho menos si ese colectivo en buena parte está integrado por personas con buena formación académica y una visión crítica muy superior a otros colectivos. Si además se cuelan elementos desestabilizadores procedentes de los más variados estamentos sociales, políticos e ideológicos que, mediante argucias, se hacen con poder, la explosión esta cantada.
Uno de los errores ha sido dejar la presidencia del partido en manos de un joven inexperto que carece de madurez política y humana. Muchos creímos que sería solamente la imagen del partido: un joven guapo y con habilidad dialéctica para exhibir en los medios de comunicación, pensamos que el colectivo estaría conducido por afiliados electos con formación, con experiencia y solidez intelectual, "el Consejo General", porque carecíamos de un líder indiscutible e indiscutido. Los estatutos que obligan al Consejo General a marcar las líneas políticas y controlar al Comité Ejecutivo lo auguraban. No ha sido así y los errores se han sucedido ininterrumpidamente con suspensión de cargos y ninguneos varios, en un alarde de cesarismo consciente cuyo punto culminante ha sido la coalición con UPS y Libertas –verdadero despropósito político– dando un giro de 180 grados a una formación política que se declaraba heredera de la Ilustración.
No ha habido escrúpulo alguno para expulsar del partido –enviando la baja todavía no solicitada– a personas críticas o molestas por su proyección mediática o su contundencia argumentativa "por haber expresado su intención de dejar el partido", reza el comunicado. Se han perdido las formas democráticas y las más elementales formas de corrección. Y con ellas las mejores cabezas, los más sólidos intelectuales, y un número significativo de afiliados, los más activos. Hoy Ciudadanos semeja una cáscara vacía, un ejército sin soldados.
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