Reducción
Casi que esperando una propuesta de reducción del tamaño del Estado, una reducción de la injerencia del Ejecutivo en la justicia, hemos topado cual Quijote y Sancho con la reducción de credibilidad del candidato de la oposición.
Frente al despilfarro desorbitado del Gobierno de España, un ciudadano de bien, contribuyente paciente y penitente, espera de la oposición un discurso alternativo en materia fiscal. Es decir, que frente al crecimiento incontrolado del aparato burocrático del Estado, se ponga sobre el tapete una alternativa construida sobre la base de la sobriedad en el gasto y, por ende, una minoración de las cargas tributarias que soportan los afligidos ciudadanos.
Pues, como decimos en Valencia, que si vols arrós Catalina. O lo que es lo mismo, nada de nada. Frente a la vaciedad propositiva del discurso de José Luis Rodríguez, encontramos en el discurso de Rajoy una alarmante comunión de principio. Si a medida que avanza la legislatura, cualquier canción del Puma –homónimo del presidente del Gobierno– es digna de ser tomada en mayor consideración que cualquier propuesta proveniente del Ejecutivo, no es menos cierto que la oposición tiene menos mensaje que las coralistas del ilustre cantante caraqueño.
Así, en lugar de instar con urgencia una reducción de impuestos, Rajoy ha inquirido al presidente acerca del gasto en ordenadores o en justicia, sin plantearle en cambio un giro en el enfoque de la financiación de la enseñanza gratuita para que permita a los padres el ejercicio de una libertad real de elección de centro. Por supuesto, el derecho de los padres a escolarizar a sus hijos en su lengua materna no ha tenido acomodo ni de soslayo en el discurso de Rajoy. No sea que sus posibles futuros aliados nacionalistas se le solivianten.
Somos muchos los que pensamos que siendo la economía un problema muy grave, no es el único que preocupa a los españoles. El deterioro de la justicia manifiesta la erosión de la piedra angular del Estado de derecho y, en consecuencia, de todo el sistema de libertades. Los liberales solemos afirmar que cuando los ciudadanos tienen miedo del poder –y no es el poder quien teme a los ciudadanos–, el sistema está podrido en su esencia y requiere soluciones quirúrgicas. Tampoco ha tenido hueco en su discurso Rajoy para este asunto tan capital.
La verdad es que considero que los ciudadanos estamos hartos de este flatus vocis, imprecado en este caso por ambos cabecillas. Me he quedado anhelante esperando que Rajoy inquiriese a Zapatero entorno al ridículo al que está siendo conducida la nación por los conferenciantes, ya en acto, ya en potencia, de la Audiencia Nacional. Pero hallo una gran laguna argumental, ¿será que le parece bien? ¿Y sobre los atropellos de la SGAE (Sociedad de Gángsters Amparada por el Estado)? Barrunto que esto se lo dejan a la señora Salmones.
Ya ha terminado el debate. De nuevo como en los toros: ante la expectación, decepción. No entiendo que Rajoy pretenda fundamentar su credibilidad en el tema económico cuando defenestró a Manuel Pizarro por decir, aún maniatado por Arriola, verdades incómodas. Mientras Pizarro mantenga sus quehaceres en la comisión constitucional, la credibilidad del modelo económico alternativo del PP es simbólica. Casi que esperando una propuesta de reducción del tamaño del Estado, una reducción de la injerencia del Ejecutivo en la justicia, hemos topado cual Quijote y Sancho con la reducción de credibilidad del candidato de la oposición.
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