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Amando de Miguel

Los nombres de la gripe

El Times de Londres publicó en primera página: "El Rey Alfonso aquejado de una extraña enfermedad". La extraña enfermedad pasó a ser entonces la "gripe española". Se llegó a representar como un esqueleto vestido con traje de faralaes.

Saber es poner nombres a las cosas y saber es comparar. A nuevas realidades, nuevas palabras. El mundo vive ahora transido por una sorprendente epidemia de gripe, con el sobresalto de que pueda llegar a ser una pandemia, esto es, general a muchos países. En seguida se le ha buscado la similitud con la epidemia de gripe de 1918, la llamada "gripe española". En efecto, ambas enfermedades, con parecidos síntomas, nos invadieron en primavera y han sido coincidentes con una grave crisis económica.

Ya los antiguos conocían el azote de las ocasionales gripes que sobrevenían con cierta regularidad, por ejemplo, solían revelarse en primavera o en otoño. Esa constancia hizo que recurrieran para nombrarla a la voz influenza que en la lengua toscana era una palabra de los astrólogos para designar el influjo de los astros en la vida humana. La epidemia de 1357 en la Toscana fue llamada precisamente "la grande influenza". Galeno escribe que le epidemia de 1579 se debió "ab oculta coeli influentia". A partir del siglo XVIII los ingleses se refieren a esa enfermedad como influenza, que luego pasó a ser coloquialmente flu. Se ha señalado la extraña recurrencia de algunas epidemias de gripes coincidentes con el cenit en los ciclos de las manchas solares.

Últimamente ha visto que algunos periodistas señalan que la enfermedad recibe en inglés el nombre de "gripe". No es así. La grippe fue el nombre que se dio en francés porque ese era el nombre de un insecto que se creía que era el agente transmisor de la dolencia. Esa denominación se hizo universal, en español "gripe" y a veces "gripa". En España la gripe recibió el nombre popular y expresivo de "trancazo".

Lo de la gripe no es el único ejemplo en el que un nombre se acepta por razones equivocadas. El caso más llamativo es el de la etiqueta de "gripe española" de 1918, que no se originó en España ni fue especialmente virulenta entre nosotros. Solo alcanzó a unos 250.000 españoles, menos de un uno por ciento de las víctimas mortales en todo el mundo. La razón para esa etiqueta es que España era un país neutral en la Guerra Europea (la que luego se llamó Primera Guerra Mundial). La epidemia comenzó en el trasiego de tropas y mulos de los barcos norteamericanos, realmente atestados, pero ese incidente se silenció por razones de la censura de guerra. En cambio, el brote en un país neutral como España no se pudo ocultar. Sobre todo porque uno de los primeros enfermos fue el Rey Alfonso XIII. La noticia saltó a las agencias internacionales de noticias. El Times de Londres publicó en primera página: "El Rey Alfonso aquejado de una extraña enfermedad". La extraña enfermedad pasó a ser entonces la "gripe española". Se llegó a representar como un esqueleto vestido con traje de faralaes.

Después de 1918 hubo una gran polémica sobre las causas de la terrible epidemia. Muchos sospecharon que provenía del contacto con los animales domésticos. Al menos en España estuvo claro que la epidemia se cebó en las regiones ganaderas. En 1919 un veterinario de Iowa (USA), J.S. Koen, descubrió que el origen de la epidemia estaba en el ganado porcino, pero la ciencia de entonces no pudo descubrir lo que se creía que era un bacilo. Los microscopios de la época no podían detectar los virus, mucho más pequeños que los microbios o bacilos. Los virus sólo se lograron percibir en 1933.

Otra constancia que se repite en la gripe de 1918 y en la de 2009 es su blanco preferido en la población juvenil. Es falsa la creencia de que la población más afectada (en términos relativos a la población) es la de los viejos y los niños. Como queda claro, no es la única impresión equivocada. Se dice, por ejemplo, que la incidencia de la epidemia de 1918 fue muy suave al principio. Todo lo contrario, en sólo unos pocos meses hubo millones de muertos en todo el mundo y alcanzó a todos los países de la Tierra. Llegó incluso a cebarse con la población esquimal, que seguramente no había padecido las olas anteriores y por eso carecía de defensas naturales. Aunque ahora hay tráfico aéreo, la epidemia actual se extiende con mucha menos presteza que la de 1918. Es posible que las aves migratorias sean en todos los casos un poderoso agente transmisor.

La etiquetación de la epidemia actual sigue siendo ambivalente. Se llamó sucesivamente gripe porcina, mexicana, nueva y ahora gripe A. Lo de la letra es una ilusión de su carácter novedoso, pero la gripe es una de las enfermedades más antiguas.

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