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Agapito Maestre

Libertad para el País Vasco

Mientras que el PSOE y el PP hacen genuina política, o sea, postulan, dicho con lenguaje de Ortega, la unidad de los contrarios, el PNV no quiere ya negociar con nadie y estigmatiza a sus adversarios.

La claridad, transparencia y precisión de los discursos de Patxi López y Antonio Basagoiti no son adornos de una retórica falsa. Son la principal muestra para evaluar un pacto político que trasciende no sólo el sectarismo nacionalista sino también el partidismo antinacional. Hoy la nación española ha vuelto a ser la carne y el espíritu de un Estado estrictamente instrumental. El pacto político de PSOE y PP no excluye a nadie. Es un pacto de inclusión de todos los vascos de España. De la nación española. Es un pacto para traer libertad "desde el Estado en una nación". Es un pacto de alta política. Un modelo para el resto de España. Quien traicione este pacto, sepa que no sólo estará traicionando al País Vasco sino al resto de España.

Hacía tiempo que no asistíamos a un acto político de esta envergadura. La política no es otra cosa que tener una idea clara, transparente y precisa a la disposición de todos los ciudadanos. Esa idea se ha puesto en acción en el debate de investidura del próximo lehendakari. El Estado ha sido considerado en su sentido estrictamente instrumental. Lo decisivo no era el Estado sino que éste no ahogue a la nación española. No hay pueblo vasco, por un lado, y ciudadanos españoles, por otro, sino ciudadanos libres e iguales ante la ley. Ahí estaba la grandeza del discurso de Patxi López. Ahí residía la seriedad, la prudencia y la magnanimidad del discurso de Patxi López. Ese era el lugar común que compartían socialistas y populares.

Por otro lado, los discursos de López y Basagoiti se han hecho aún más grandes al lado de la faramalla nacionalista, pusilánime y vil de Ibarretxe. Su intervención ha sido una síntesis de su "pequeña" política: exclusión del adversario político e integración a palos, es decir, usando los medios del Estado como fines de un partido, el PNV. Ibarretxe se ha retratado otra vez. Más aún, el epílogo puesto por Ibarretxe a su desalmada política de exclusión le ha llevado a no reconocer "legitimidad" a la nueva mayoría alcanzada por López. Aquí hay algo más que torpeza. Hay maldad. Además, pone definitivamente en cuestión el realismo que, alguna vez, acompañó la historia del PNV. Ese empecinamiento, o mejor, esa "patrimonialización" del País Vasco convierte al PNV en un partido casi asilvestrado. Salvaje y secesionista.

En fin, mientras que el PSOE y el PP hacen genuina política, o sea, postulan, dicho con lenguaje de Ortega, la unidad de los contrarios, el PNV no quiere ya negociar con nadie y estigmatiza a sus adversarios.

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