Colabora
Pío Moa

Por qué hay que apoyar a la Iglesia

Habría que preguntarse qué hacen las mafias sindicales aparte de chantajear a las empresas y al país; o unos partidos dirigidos por castas políticas de ínfimo valor intelectual y moral.

No hace falta ser creyente para constatar que la Iglesia lleva a cabo una enorme labor asistencial y cultural, y sólo por eso merece ser apoyada. Un socialista podrá decir que esas labores las realiza igualmente "el Estado", pero eso no es verdad. En primer lugar, no se trata del "Estado", sino de gobiernos socialistas, en cuya mentalidad el Estado no es un aparato neutro que crea y mantiene la ley por encima de los partidos, sino un instrumento de su partido para llevar a cabo sus políticas.

Por otra parte, las funciones que realiza la Iglesia son mucho más baratas que las que intentan realizar los socialistas. Normalmente, cuando estos emprenden una labor asistencial o cultural, lo primero que hacen es derrochar dinero público, crear una vasta burocracia, enchufar en ella a su gente para conseguir una buena bolsa de votos, y gastar otra fortuna en dar publicidad a sus maravillosas iniciativas. La enseñanza llamada pública, que en realidad tiene muy poco de tal, es mucho más costosa que la enseñanza concertada, y sus resultados educativos peores, tanto en lo que se refiere al éxito académico como a la inculcación de normas de conducta civilizadas. La enseñanza pública gestionada por la izquierda ha sido un foco de droga, delincuencia, alcoholismo, etc., siendo el botellón su efecto más visible. Y es así porque la "moral" que directa o indirectamente se difunde en ella lleva a tales cosas. La diferencia entre ambas enseñanzas debiera ser mayor porque –he podido constatarlo– la propia enseñanza de los colegios concertados está muy impregnada de los valores progre-socialistas. Pero aún así.

Hay otra razón por la que la Iglesia debe ser apoyada: ella ha sido la gran conservadora del patrimonio artístico del país, que las izquierdas han destrozado siempre que han tenido ocasión. En Viaje por la Vía de la Plata comento el destino que estuvo a punto de sufrir el histórico monasterio de La Rábida, donde se gestó el descubrimiento de América. De no ser por la desobediencia de un valeroso funcionario, el monasterio habría sido arrasado y sustituido por un monolito. Se salvó pero muchos otros edificios y monumentos quedaron arruinados, bibliotecas valiosísimas destruidas o dispersadas, cuadros y obras de arte perdidos a causa de la desamortización "progresista" de Mendizábal, concebida pura y simplemente como un expolio para asentar una base social adicta y financiar la guerra. Antes otros progresistas, los napoleónicos, con quienes tanto se identifica el Gobierno actual, ya habían realizado una similar tarea destructiva y de saqueo. Y en la guerra civil última, la actuación de las izquierdas al respecto se puede describir con dos palabras: robos y destrucción. Siempre en gran escala. Ello no impide que las izquierdas se proclamen, con desvergüenza incomparable, defensoras de la cultura, y hasta patriotas, si se tercia. Son cien años de honradez, incluso doscientos.

Algunos hablan de que debería retirarse toda ayuda estatal a la Iglesia, pero con esa supuesta ayuda el Estado se ahorra, o mejor dicho, se ahorra la sociedad, nos ahorramos todos, sumas ingentes que el Gobierno despilfarraría. Además, la labor de la Iglesia no es de partido, va orientada a toda la población.  En cambio habría que preguntarse qué nos ahorran los sindicatos o los partidos, subvencionados masiva y corruptamente. Habría que preguntarse qué hacen las mafias sindicales aparte de chantajear a las empresas y al país; o unos partidos dirigidos por castas políticas de ínfimo valor intelectual y moral. Ínfimo valor bien revelado en su propia demagogia chantajista hacia la Iglesia y sus obras.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario