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Amando de Miguel

Lengua y política

José Mª Navia Osorio (Oviedo) critica los excesos intervencionistas de los políticos, por ejemplo, prohibir los chiringuitos de las playas o construir casas rurales de más de 400 metros. Creo que es la noble herencia del motín de Esquilache.

Eduardo Fungairiño (Madrid) sostiene que el AVE (Alta Velocidad Española) seguirá llamándose así aunque comprenda distintos modelos de tren. Hagamos apuestas. Yo sostengo que esa <E> desaparecerá o significará otra cosa. Es una extraña nación, España, cuyos nacionales no siempre quieren reconocer que lo son. Más curioso es que el intento de evitar el término "España" dé lugar a la consideración de que lo que nos une a los españoles es el Estado. Así pues, el tren AVE podría pasar a ser Alta Velocidad del Estado.

Julio Iglesias de Ussel (Madrid, experto en Sociología de familia) duda de mi aviso sobre una próxima regulación de la poligamia en España. La razón que invoca don Julio es que "las feministas se oponen radicalmente a esa posibilidad". Entiendo que no será por mucho tiempo. Las razones que justifican el reconocimiento del matrimonio homosexual sirven igualmente para admitir la poligamia legal. Bien es verdad que será tanto poliginia (un esposo, varias esposas) como poliandria (una esposa, varios esposos). Si lo que cuenta es el consentimiento libremente expresado, no veo por qué se va a admitir solo el matrimonio homosexual y no la poligamia. ¿Es que no habría feministas contentas con un matrimonio poliándrico? Estamos en un tiempo en el que estos experimentos (por aberrantes que puedan ser) suenan bien. El presidente Zapatero podría exhibir la institucionalización de la poligamia en España como un éxito de la "alianza de civilizaciones". Quizá los progresistas se detengan por ahora ante el "casamiento con animales" (¿zoogamia?), pero todo se andará. Se podría poner el límite en la condición de que los animales fueran mamíferos.

Miguel Ángel Duralde (Madrid) anda interesado en saber el autor de una teoría tan divulgada como mentirosa. Es la que dice que no hace falta imprimir muchos textos políticos por no dañar el medio ambiente con la tala de bosques para producir pasta de papel. En efecto, es un alarde retórico que, como broma, puede pasar, pero no se sostiene cuando se aplica, por ejemplo, a los textos legales y no digamos las creaciones literarias. Empieza a ser una imagen retórica en su peor sentido. Si hay algún recurso renovable es el de la madera de los bosques, con tal de que siga funcionando aquella encomiable labor de la repoblación forestal. Era, nada menos, uno de los 26 puntos de Falange Española y, antes, de la prédica de Joaquín Costa. La política hodierna insiste más en no cortar árboles que en plantarlos.

Jesús Huete (Talavera de la Reina, Toledo) se lamenta del abandono al que se ve sometida su ciudad de origen, al no ser capital de provincia. Supongo que es el destino que rige la vida oficial de otras tantas ciudades populosas que no son capitales provinciales: Vigo, Gijón, Cartagena, Reus, Jerez de la Frontera. Todas ellas se resientes de una cierta decadencia industrial y de la falta de servicios que se concentran en las respectivas capitales. La situación, por explicable, no deja de ser injusta. Lo que está claro es que el futuro de la economía talaverana no está en la cerámica.

José Mª Navia Osorio (Oviedo) critica los excesos intervencionistas de los políticos, por ejemplo, prohibir los chiringuitos de las playas o construir casas rurales de más de 400 metros. Creo que es la noble herencia del motín de Esquilache como respuesta al arbitrismo de prohibir el chambergo o sombrero de ala ancha y la capa larga. La última versión del arbitrismo es el proyecto del Ministerio de Industria de establecer los "gestores de ahorro energético" en las comunidades de vecinos. Suena a totalitarismo.

Don José Mª se adhiere a la clásica lista de las variedades de tontos que compusiera Jaime Campmany y añade un nuevo espécimen: "el tonto afiliado a un partido político". Es el que se niega a criticar a los personajes relevantes de su partido "para no hacer daño". Esa actitud la suele fomentar el partido porque "no es el momento"; el momento nunca llega "para no hacer daño". Ni qué decir tiene que don José Mª, afiliado al PP, se rebela contra esa inercia. Aplaudo su postura. Donde no hay crítica, tarde o temprano aparecerá la corrupción.

Don José Mª comenta el desmoronamiento del "efecto Obama" que tantas expectativas suscitó. El hecho de ser un presidente negro "no es mérito suficiente para sacarnos milagrosamente de la crisis que estamos padeciendo". En efecto, así es. Quizá el error fue confiar al principio en la taumaturgia del "efecto Obama", lo que ha llevado al natural desencanto. A mí nunca me entusiasmó el afroamericano. Su oratoria es una pobre imitación de la de Jack Kennedy, pero sin el carisma consiguiente. Sobre todo, su grosera receta de más gasto público para resolver la crisis económica es un mal ejemplo para un país como España, donde el porcentaje de gasto público duplica el de los Estados Unidos.

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