El Parlamento Europeo ha aprobado ampliar de 50 a 70 años el vencimiento del copyright para las interpretaciones musicales. El comisario de Mercado Interior Charlie McCreevy había propuesto que fueran 95, pero se conforma con que los músicos cobren por su trabajo 70 años después de haberlo realizado.
Por supuesto, todo se justifica apelando a la situación de los pobres músicos de a pie que no tendrían ni para comer si no fuera por ese copyright. La propuesta incluso establece que un 20% de los ingresos irá destinado a los músicos que cedieron sus derechos en el contrato con la discográfica. ¿Habrá alguien tan malvado e insensible como para quitar su único medio de sustento a un anciano músico octogenario, engañado en su momento por la malvada multinacional?
Incluso Paul McCartney criticaba el otro día a la piratería denunciando el caso de los grupos que tienen un solo éxito, y con las ventas de ese éxito deben pagar la hipoteca y alimentar a sus hijos.
Lo que parece no ocurrírsele a McCartney, ni a los eurodiputados, es que sus ancianos músicos o sus one-hit-wonders tienen la alternativa de trabajar el resto de sus vidas. Si tienen una carrera de 40 años tocando y grabando discos, las ventas de esos discos deberían servirles para pagar la hipoteca y el pan de sus hijos. Si dejan la música y se dedican a cultivar anacardos, serán los frutos secos los que paguen sus gastos.
¿Algún arquitecto (que también tienen algo de artistas) cobra cada vez que alguien pisa su edificio? ¿Algún arquitecto se queja de que hizo una estación de tren, que miles de personas disfrutan de ella cada día, y que la malvada empresa constructora le engañó porque ahora no ve ni un euro por el fruto de su trabajo? ¿Qué diferencia hay entre ese arquitecto pagado para diseñar un edificio y el músico pagado para tocar el trombón en un disco?
Los términos en los que estos músicos trabajaron eran claros: cobraban una cantidad fija y cedían sus derechos a la discográfica (que podría o no ganar dinero con el disco) o mantenían esos derechos a riesgo de perder dinero si el disco resultaba un fracaso. ¿A qué viene ahora ese fondo para los que optaron por la vía segura y ya cobraron lo que en su momento les pareció adecuado?
En realidad, los músicos que han trabajado para las discográficas han sido unos privilegiados. Han vivido en un sistema en el que solo unos pocos podían pasar los filtros necesarios para grabar. Miles y miles de músicos perfectamente válidos veían truncada su carrera porque les rechazaban los poderosos ejecutivos de las discográficas. Ahora, gracias a internet e incluso gracias al intercambio en redes P2P, miles de músicos encuentran a su público sin necesidad de intermediarios y algunos de ellos incluso pagan la hipoteca y dan de comer a sus hijos. Eso sí, trabajando todos los días, no intentando exprimir una sesión grabada hace 50 años.
Borja Prieto
70 años de copyright
Lo que parece no ocurrírsele a McCartney, ni a los eurodiputados, es que sus ancianos músicos o sus one-hit-wonders tienen la alternativa de trabajar el resto de sus vidas. ¿Algún arquitecto cobra cada vez que alguien pisa su edificio?
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