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Carmen, la deseada

Que todo lo que haya logrado Chacón al frente de Defensa sea aparecer entre las cien mujeres más deseadas por los lectores de una revista resulta incomprensible para unas fuerzas armadas en una situación inversamente proporcional a su notoriedad pública.

Lo leemos en Público, donde están muy emocionados con Carmen la deseada. Pero no deseada como ministra por los militares –que siguen en pie de guerra contra ella– sino como famosa, por los lectores de la revista masculina FHM. Su edición electrónica informa que "en FHM.com encontrarás chicas, juegos, vídeos cachondos y lo último y lo mejor de la revista FHM". Ahora también encontrarán a Carmen Chacón, incluida por la revista entre las 100 famosas más deseadas. En tan prestigioso ranking, la ministra de Defensa del Reino de España se encuentra en buena compañía, entre Alexandra Ambrosio, modelo de bikinis y lencería de Victoria´s secret, y Mirem Ibarguren, actriz de dos series modernas y llenas de valores, Escenas de Matrimonio y Aída. ¿Cómo hemos llegado a esto?

En verdad, nada dice de la labor al frente de un Ministerio si el ministro es hombre o mujer, si es atractivo o no, si es deseado o no lo es o si aparece en una revista o en otra. Debe cumplir con su responsabilidad hacia el Estado. Es por los resultados por los que se le debe juzgar. El problema es que tanto ella como Zapatero basaron su nombramiento en el hecho de ser mujer. El presidente al afirmarlo en su nombramiento, y ella con la constante reivindicación feminista y su exhibición pública de la maternidad, han colocado en un segundo plano la gestión ministerial. Pero a un ministro –frente a lo que piensan los dos– se le juzga por su gestión. Y la gestión de Chacón al frente de Defensa acumula problema tras problema sin visos de solución. El incidente de Kosovo, como el de la reprimenda de la OTAN por la estrategia en Afganistán, es sólo uno de los episodios que de vez en cuando emergen a la superficie.

Bajo ellos, la gestión humana –ascensos ideológicos y serviles pero no profesionales, Ley de la Carrera Militar– y material –adquisiciones discutibles, frenazo a la modernización, compras apresuradas– es deficiente. Sigue sin existir una clara línea estratégica que encauce nuestros esfuerzos, y lo poco que se hace es a golpe de opinión pública, ideológico y no militar, o ideológicamente antimilitar. Además, la situación de nuestras tropas en Afganistán sigue siendo cuidadosamente ocultada, lo mismo que el día a día de las tropas en el Líbano. Y bajo el circo multimedia montado por Chacón respecto a Somalia, subyacen, como decíamos el otro día, los mismos peligros para los barcos españoles que cuando fue nombrada ministra.

Además, la política informativa del Ministerio de Carmen Chacón se ha oscurecido progresivamente en todo menos en lo relativo a su persona. Es difícil buscar en la web del Ministerio la Directiva de Seguridad Nacional y otros documentos de capital importancia para la Defensa, pero a cambio es posible encontrar una completa galería de fotos de la ministra, en todos los lugares y circunstancias imaginables, a la que ha unido una completa videoteca donde la vemos por cualquier rincón del mundo.

La ministra ha cuidado tanto y tan obsesivamente su imagen que ha terminado convirtiéndose en una imagen. Y cuando esto ocurre, la opinión pública –la seria y la frívola– empieza a juzgarla en cuanto tal; no por su gestión, sino por su apariencia pública. Hoy todo se reduce a una cosa: imagen. Que todo lo que en un año haya logrado Carmen Chacón al frente de Defensa sea aparecer entre las cien mujeres más deseadas por los lectores de una revista masculina resulta incomprensible para las millones de mujeres que no tienen tiempo ni recursos públicos para cuidar su imagen, porque viven volcadas en sus trabajos y en sus familias. Y para unas fuerzas armadas en una situación diaria inversamente proporcional a la notoriedad pública adquirida por la ministra, poco consuelo les queda cuando ven que Carmen Chacón es noticia, no por un plan audaz o innovador, sino por el caos kosovar o por aparecer en una lista entre modelos y actrices de televisión. Como para las mujeres, poco consuelo para los militares es que su ministra sea noticia por estar entre las cien famosas más deseadas.

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