Bendita crisis
En 2004, Zapatero pensó que, con una economía creciendo a más del 3 por ciento, podría financiar su revolucionario plan de transformación del Estado. Hoy apenas crecemos. Así que, por el momento, el plan no puede seguir adelante. Bendita crisis.
Desde luego, la crisis está suponiendo un mazazo para la economía de muchas familias españolas. Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga, entre las muchas desgracias que ha traído, se ha colado una bendición. Y es que ha sido la crisis la que ha obligado a Zapatero a posponer su plan de transformar España.
Este plan se puso en marcha empujado por dos motores: la reforma del Estatuto de Cataluña y la negociación con ETA. El primero logró la promulgación de un Estatuto propio de un Estado confederal. Esta confederalización todavía no se ha apreciado, a pesar del mucho tiempo que el Estatuto lleva vigente, por la sencilla razón de que la mayor parte del articulado no se aplica. Ocurre, desde luego, con la financiación, pero sucede también con muchos otros aspectos menos conocidos. La negociación con ETA, por su parte, descarriló porque los terroristas acabaron pidiendo más de lo que Zapatero les ofrecía (un Estatuto similar al catalán).
Se suponía que este plan, que no pudo completarse durante al primera legislatura de Zapatero por salir la ETA más respondona de los esperado, continuaría avanzando durante la segunda. Tanto es así que muchos nacionalistas radicales, especialmente en Cataluña, votaron al PSOE para garantizarse que el plan siguiera adelante. Pero el plan necesitaba dinero, mucho dinero. En 2004, Zapatero pensó que, con una economía creciendo a más del 3 por ciento, podría financiar su revolucionario plan de transformación del Estado. Hoy, sin embargo, tras cinco años de Gobierno socialista, apenas crecemos y ya nos hemos comido todo el superávit que acumulamos durante la era Aznar. Así que, por el momento, el plan no puede seguir adelante. Bendita crisis.
Lo más gracioso de este parón es ver como ha pillado al PP con el paso cambiado. Tras perder las elecciones de 2008, Rajoy decidió que, puesto que no podría impedir la demolición que Zapatero se proponía hacer, lo mejor era unirse a la empresa con el fin de controlarla en lo posible. Dicho de otra manera: ya que no podría evitar la confederacionalización de España, vería si era capaz de que se quedara en mera federalización. Pues ahora resulta que todo está parado por la dichosa crisis. La línea roja que el Estatuto catalán situó en agosto de 2008 para empezar a financiarse de acuerdo con las insolidarias e inconstitucionales reglas que contiene, se superó holgadamente y Montilla sigue sin ver un euro. Y lo mejor es que apenas se queja. Total, que parece que el único plan que ahora mismo tiene Zapatero en su cartera es el de sobrevivir. Y que el de Rajoy parece reducirse a que no lo haga.
Tristemente, es todo pura apariencia. El plan sigue ahí. Ha sido pospuesto, pero no cancelado. Y Rajoy ya se ha comprometido con él. Con objeto de moderarlo, pero habiendo ya renunciado a impedir su desenvolvimiento. Mientras tanto, la victoria del PP en Galicia, el acuerdo PP-PSOE en el País Vasco, la benevolente actitud de José Blanco respecto a Esperanza Aguirre y la probable victoria de Mayor Oreja en las elecciones europeas producen en esa parte del electorado que durante la legislatura pasada salió a la calle a oponerse a los planes de Zapatero, el espejismo de que todo aquello no fue más que un mal sueño. Nada de eso. Lo único que ocurre es que la crisis lo ha parado todo. Cuando pase, veremos. Veremos qué hace Zapatero y veremos qué hace Rajoy.
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