Sevilla-Madrid-Barcelona
La nueva situación de precariedad política en el Congreso, no el desgaste del equipo económico ni las peticiones de dimisión formuladas por el PP, explican tanto la nueva remodelación del Gobierno como que ésta no se realizara el pasado 23 de febrero.
Acaba de terminar el domingo de Ramos. Día grande en Sevilla que se inicia con la tradicional bendición de palmas y la salida triunfal en procesión del cabildo y los fieles alrededor de la catedral entre el volteo atronador de las campanas. Luego misa concelebrada con el arzobispo de Sevilla, un hombre al "parese" de Huesca. Nada mal para abrir boca. La tarde la abre la hermandad de la Borriquita y acaba ya vencido el día con la salida gloriosa de La Estrella de Triana por la puerta de Palos mecida por los costaleros al son del himno nacional entre los aplausos del emocionado gentío. Las campanas dan la media del nuevo día.
Mientras un cuerpo de mozos apila con gran aplicación los centenares de sillas desplegadas frente a la fachada este de la catedral, la plaza queda por unos minutos exhibiendo sus vergüenzas, pendiente de la inminente llegada de la brigada de limpieza. La luna vigila desde arriba atenta y en la noche se yergue la mole firme y rotunda de la Giralda. Parece ya no recordar nada de tantos Cristos malheridos y Vírgenes dolorosas, ni tampoco guardar memoria alguna de tantas llamadas del muecín antes de que los cristianos la coronaran con el cuerpo de campanas. ¡Qué bien se está en Sevilla en esta noche cálida!
Sentado frente a la torre todavía iluminada, me sorprenden las últimas noticias llegadas de la capital del reino por la red: se apunta una nueva crisis y remodelación del Ejecutivo. El Sr. Rodríguez Zapatero se ha decidido por fin a hacer las varias veces insinuada y otras tantas veces negada crisis de Gobierno sin esperar a las elecciones europeas de junio. Según las informaciones publicadas, la Sra. Salgado, actual ministra de Administraciones Públicas, desplaza al Sr. Solbes y toma las riendas del Ministerio de Economía y Hacienda; el Sr. Blanco, vicesecretario del PSOE, le quita la silla a la Sra. Álvarez en el Ministerio de Fomento; y al Sr. Chaves, presidente del PSOE y de la Junta de Andalucía desde 1990, se le crea una Vicepresidencia de Coordinación Territorial con las competencias del actual Ministerio de Administraciones Públicas (¡Lástima que el presidente no haya aprovechado la ocasión para colocar a la Srta. Pajín en el Ministerio de Exteriores donde podría haber hecho un papel excelente recibiendo al presidente Obama con la mano en alto entonando la internacional!).
¿Se puede entender esta remodelación como un intento de afrontar la crisis financiera y la recesión económica con más decisión y eficacia? Eso nos repiten una y otra vez algunos medios de comunicación, sin explicar, claro está, cómo se va a obrar el milagro. ¿Que la oposición pedía la cabeza del Sr. Solbes? Cierto. ¿Que la ministra de Fomento estaba también tocada? Concedido. Pero si el evidente desgaste de algunos miembros del Gobierno y la búsqueda de la eficacia son las verdaderas causas de la remodelación, ¿por qué no los sustituyó el presidente cuando hizo la anterior crisis de Gobierno el pasado 23 de febrero? Porque el verdadero objetivo de la remodelación decidida por el Sr. Rodríguez Zapatero no es mejorar la eficacia del Ejecutivo para luchar contra la crisis sino deshacerse de algunos ministros cuya presencia impide restablecer puentes con los nacionalistas catalanes.
Empecemos por el plato mayor: la sustitución del vicepresidente económico. La carrera del Sr. Solbes recuerda mucho a la de un oficial escrupuloso, buen conocedor de las ordenanzas, que va inexorablemente sumando estrellas y condecoraciones a su casaca con el paso de los años. Todavía recuerdo la honda impresión que me causó una conferencia suya pronunciada en el club Siglo XXI al poco tiempo de ser nombrado ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación en 1991: estuvo leyendo un monótono discurso durante casi una hora sin apuntar una idea novedosa o esbozar un proyecto capaz de suscitar el mínimo entusiasmo. Conociendo su larga trayectoria al frente del ministerio de Economía y Hacienda con los presidentes González y Rodríguez Zapatero, no me ha sorprendido en modo alguno la parsimonia y pasividad con las que ha afrontado la crisis financiera y la recesión económica desde el pasado verano.
Pero una cosa es reconocer las limitaciones del Sr. Solbes y otra muy distinta considerar que la Sra. Salgado está más capacitada que él para afrontar la delicada situación económica. Todo lo contrario: cuenta el Sr. Solbes con dos activos que ya quisiera para sí la nueva vicepresidenta. En primer lugar, su profundo conocimiento de los entresijos de la economía española y de la administración europea donde ha desempeñado las más altas responsabilidades. En segundo lugar, el Sr. Solbes, como buen profesional, posee criterio propio y defiende con razones y tenacidad sus puntos de vista. Precisamente esta característica suya le ha causado más de un problema con el entorno político de Presidencia en asuntos tan diversos como el intento de desestabilizar al presidente del BBVA, la ofensiva para obligar al Sr. Conte a dimitir de la presidencia de la CNMV, la conclusión de un acuerdo sobre financiación autonómica que satisficiera las exigencias de los partidos nacionalistas catalanes, o la fusión de Caja Castilla La Mancha y Unicaja, zanjada finalmente con la intervención in extremis de la primera entidad por el Banco de España. No es casualidad tampoco que el mismo día en que saltó la noticia de la crisis a los medios, se anunciara que la Sra. Salgado había alcanzado un acuerdo con el Sr. Saura, conseller de Política Interior de la Generalitat, para sumar 800 millones más a los 4.000 millones ya previstos en inversiones para Cataluña. ¿Qué se puede poner en el otro lado de la balanza? Algún medio de comunicación se ha atrevido a mencionar la gestión encomendada a la Sra. Salgado del fondo de 8.000 millones destinado a los ayuntamientos de toda España para encubrir algo el paro. Vamos, una broma pesada.
Veamos ahora el caso de la ministra de Fomento. El PP también había exigido su dimisión en repetidas ocasiones sin mucho éxito. No fue el PP, sin embargo, el primer partido en pedir su cabeza sino los socios de Gobierno del Sr. Montilla con motivo de los socavones provocados por unas excavaciones en un túnel de acceso a Barcelona unos meses antes de la llegada el AVE a la ciudad. En un memorable aquelarre contra España, el 16 de noviembre de 2007 se votó en el Parlament de Cataluña una resolución presentada por ERC e ICV-EUiA, los socios de Gobierno del Sr. Montilla, pidiendo el cese de la ministra de Fomento, un disparate sólo comparable al que podría vivirse en el Congreso si se llevara a votación una resolución para solicitar, por ejemplo, la destitución del Sr. Nadal, conseller de Política Territorial de la Generalitat, por el hundimiento del túnel del Carmel en febrero de 2005. No pretendo aquí defender la gestión de la Sra. Alvárez en Fomento –recordaré, eso sí, que el AVE llegó a Barcelona en febrero de 2008 y el túnel del Carmel sigue en obras desde su hundimiento hace 4 años–, sino constatar la animosidad manifiesta de los nacionalistas catalanes contra la ministra. Una animadversión que se acentuó todavía más al oponerse con firmeza la ministra a ceder la gestión del aeropuerto de El Prat o transferir algunos aeropuertos secundarios (Gerona, Reus y Sabadell) a la Generalitat. Por ello, todos los partidos nacionalistas, PSC incluido, han celebrado abiertamente la noticia de su cese.
¿Cabe esperar mayor eficacia en la dirección del ministerio de Fomento a partir de ahora? Su sustituto, el Sr. Blanco, responde al perfil más puro de hombre vinculado al aparato del PSOE desde su más tierna adolescencia y, según las informaciones publicadas, piensa seguir compaginando su cargo actual de vicesecretario del partido con el de ministro de Fomento. Nada, ni su escasa formación académica ni su escasa experiencia profesional, permiten pensar que sea la persona apropiada para dirigir un ministerio de los considerados técnicos. Lo que sí, me temo, cabe esperar de él es mayor flexibilidad que la mostrada por su antecesora a la hora de ceder nuevas competencias –exigidas por el Estatut o inventadas, como en el caso de los aeropuertos secundarios–, a los nacionalistas catalanes antes de diciembre de 2009. Acepto apuestas.
En este nuevo reparto de funciones, ¿cuál es el papel del Sr. Chaves como coordinador de las taifas autonómicas? Muy simple: asegurarse de que Andalucía recibe el mismo trato de favor que Cataluña, como ocurrió con el Estatuto en la pasada legislatura. Hace unos días argumenté en otro artículo (En precario) que el Sr. Rodríguez Zapatero, una vez perdido el apoyo del PNV, estaba llamado a caer de nuevo en las redes de los nacionalistas catalanes para salvar la legislatura, si, como era previsible los dos principales partidos, PSOE y PP, no ampliaban su colaboración fuera del ámbito vasco. La nueva situación de precariedad política en el Congreso tras los resultados del 1M en el País Vasco, no el desgaste del equipo económico ni las peticiones de dimisión formuladas por el PP, explican tanto la nueva remodelación del Gobierno como que ésta no se realizara el pasado 23 de febrero. Ya sabemos cómo se ha resuelto al fin el tenso duelo que mantenían el Sr. Solbes y la Sra. Álvarez con los nacionalistas catalanes: sus cabezas adornadas con 800 millones en inversiones adicionales para Cataluña son el primer peaje abonado por el Sr. Rodríguez Zapatero para empezar a hablar de los presupuestos generales de 2010. No tengo ninguna duda de que estamos ante el comienzo de una costosa amistad.
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