Réquiem
Gracias a La linterna de Federico conocimos a Revel, Solzhenitsyn, Aron, Rand y a tantos otros escritores cuyas lecturas nos determinaron a amar aún más la libertad y a huir de todo intervencionismo estatal.
Me dan escalofríos cuando pienso en el Gabinete que, supuestamente para afrontar la crisis, ha nombrado José Luis Rodríguez Zapatero. Y miedo me dan algunos indicadores, viendo la seriedad con la que se los toma el presidente del Gobierno. Creo que lo procedente, ya entrada la Semana Santa, es un réquiem por España.
Zapatero ha debido pensar que estamos presos de un estado de obnubilación que provoca una pasividad social sin límites. Aunque esta inopia colectiva también viene alentada por algunas actitudes en el seno de la oposición. Me consta, por ser de dominio público, que en Génova algunos prebostes andan más felices por la defenestración de Federico que preocupados por los friquis recién incorporados al Gobierno.
Muchos han sido quienes aplaudían a Federico, sin importar el tono ni la ironía empleada, cuando las críticas se dirigían a la izquierda. Sin embargo, cuando habiendo sobrados motivos las críticas han recaído sobre algunos dirigentes populares, éstas se han tornado repentinamente en hirientes, fuera de tono, impertinentes. Ya aludió Federico en alguna ocasión a la orteguiana hemiplejia moral de la sociedad española. La crítica ácida sólo es admisible cuando se ceba con el adversario; su fundamento en la realidad no pasa de ser irrelevante.
Hay una generación de españoles universitarios de treinta y tantos que debemos mucho a Federico, y además es justo que lo propaguemos, especialmente en este momento. Gracias a La linterna de Federico conocimos a Revel, Solzhenitsyn, Aron, Rand y a tantos otros escritores cuyas lecturas nos determinaron a amar aún más la libertad y a huir de todo intervencionismo estatal. Si quiera por esto mantenemos con él una deuda de gratitud.
Estamos en vísperas del rasgamiento de vestiduras más conocido y simbólico de la historia; y si la escritura perdura, al margen de su condición de verdad revelada, es porque sigue hablando de sentimientos y miserias humanas. ¿Por qué utiliza la cúpula de Génova a mediocres lanzados a la cima para apartar del micrófono a quien no se ha escondido? Quizá algún día lo expliquen, o tal vez como el sumo sacerdote, sólo pasen a la historia por su gesto hipócrita.
Nada es nuevo, la mayor preocupación de Aznar cuando llegó al poder fue quitar de en medio a Antonio Herrero; ahora los capos del PP, en compañía de otros, creen que quitando a Federico eliminan su último obstáculo para alcanzar el Gobierno. Parece mentira que puedan ser tan ingenuos.
Durante una temporada dos millones de oyentes vagarán por las ondas buscando una voz firme que articule un pensamiento intuido en muchos casos, razonado en otros. No conviene olvidar que cuando Antonio Herrero, Luis Herrero, José María García y Federico abandonaron A3, la audiencia se reubicó: no tragó con ruedas de molino y abandonó masivamente la emisora asaltada.
La ascendida y amargada señora Salgado, Pepe Blanco, Gónzalez Sinde, Chaves y compañía, han sido traídos, cual salvadores patrios, a un Gobierno desastroso en el que ya no cree nadie. Y los jefes de una oposición, indigna de tal nombre, siguen más preocupados por Federico que por los casi cinco millones de parados. Viendo la que se nos viene encima estimo que procede un réquiem completo por España y por la libertad.
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