Entre los 200 nombres que podría dar cualquier especialista en la actual crisis financiera y económica para el puesto de ministro de Economía y Hacienda, dudo de que figurase el de la señora Elena Salgado; por eso, precisamente, Zapatero se ha decidido por ella. Los gobernantes populistas son así. Implacables a la hora de perseguir la inteligencia y el sentido común. Ellos no pueden tener competidores. Ellos no pueden compartir con nadie el poder. Ellos no quieren pactos ante la crisis económica. Cualquier cosa se puede hacer ante la crisis económica y financiera, excepto nombrar a un experto, un hombre de Estado, capaz de formar un gran pacto con todas las fuerzas políticas y sociales para atajarla.
Zapatero sabe mejor que nadie que la señora Salgado no tiene mérito alguno para ese cargo, o sea, no tranquilizará a los mercados internacionales sobre el futuro la economía española; tampoco los empresarios españoles confiarán demasiado en el pequeño crédito obtenido por esta señora en los sucesivos gobiernos de Zapatero; en fin, nadie decente esperará que esta mujer pueda gestionar la crisis financiera de los españoles. Esta ministra es, pues, absolutamente prescindible, o mejor, irrelevante en el nuevo Gobierno.
¿Qué decir del resto de los nombramientos? Algo parecido. Todos los nuevos ministros son tan intercambiables en sus puestos como los salientes. Ninguno tiene especial preparación para desempeñar el ministerio que les ha otorgado el gran timonel de España. Nada aportarán a la gobernación de la nación de nacioncillas, entre otras razones porque su falta de criterio moral y carencia de sabiduría científica han sido las condiciones imprescindibles para ser nombrados ministros de España. Esperemos, pues, que no nos hagan demasiado daño las pocas decisiones que tomen al margen de Zapatero, que sospecho, dicho sea de paso, que nunca serán demasiadas.
Pues que la política de Zapatero pasa por tener ministros sin otro fundamento en sus vidas que seguir al jefe, al líder de su grupo, digo que a este señor de la "política" populista le sobran los ministros. Sí, sí, todos los ministros, excepto Fredi el Químico, harán lo que Zapatero les ordene. Él mismo es la política del PSOE. Él mismo es la política del Gobierno. Él mismo, como en el caso de la política exterior, se sobra para determinar la política de España. Satisfechos los instintos de poder de sus cercanos, es decir, el PSOE totalmente integrado en el Gobierno, PRISA y la Sexta disfrutando de sus ministerios, entonces ya sólo le quedará por interpretar con justeza la orden de Obama para el año 2010, cuando España tenga la presidencia de la UE, a saber, Turquía tendrá que entrar en la Unión.
Apoyado en Obama en el exterior, y con todos los titiriteros gritando contra la "derechona" en el interior, Zapatero llegará a las próximas elecciones en olor de multitudes, incluso quizá se permita el lujo de adelantarlas cuando vea a Rajoy más acosado por los garzones de turno. Así pues, Zapatero prepara con rigor su triunfo: ¡Cuánto peor para la nación, como aseveran los populistas, mejor para sus "gobernantes"! Sí, sí, el populismo de Zapatero hará estragos en un país que su mayoría social utiliza la cabeza para embestir. ¿Quieren una prueba de mi diagnóstico? Salgan, salgan, sin miedo, a la calle y pregunten por las responsabilidades de Zapatero en las cifras del paro, la bajada de las pensiones, el deterioro social y otras cuantas miserias nacionales... Me temo que la respuesta no será otra que la consabida cantinela: "¡Zapatero, pobre, no tiene la culpa! La crisis es mundial".
Pues eso, porque la crisis es mundial, a Zapatero le importan estos ministros una higa para ganar o perder las próximas elecciones. Él sólo quiere tipos dóciles para cantar sus hazañas. Este Martes Santo será recordado por los historiadores futuros del régimen político de Zapatero por una sola cosa: Todos tragaron y nadie rechistó al presidente del Gobierno por unos nombramientos tan propagandísticos como vacíos de funciones. He ahí la mayor prueba de que los poderes de control, obstrucción y enjuiciamiento de las democracias más desarrolladas del mundo en España brillan por su ausencia.