Los agentes federales registraron la residencia de Charlie Lynch en California: "Me dijeron: ¡Esto es un registro! ¡Abra la puerta o la echamos abajo!", me contaba Lynch en mi especial de la ABC 'Rescates e inversión privada'. "Abrí la puerta y había entre 10 y 15 agentes con escudos, chalecos antibalas, armas ligeras y máscaras antigás. Me lanzaron al suelo y... en un momento tenía una pistola en la nuca". La Administración Federal Antidrogas le decomisó 13 kilos de marihuana. El sheriff Pat Hedges declaró que los hechos estaban claros: "Clarlie Lynch se lucraba vendiendo marihuana".
A las autoridades no les debió resultar muy complicado enterarse de las operaciones que realizaba Lynch con la marihuana. Probablemente fueron alertados por la propia publicidad que hizo Lynch: vendía marihuana para uso tereapéutico, práctica legal en California y otros 12 estados.
La cantantes Melissa Etheridge está satisfecha con esto último. Cuando le fue diagnosticado un cáncer de mama, la quimioterapia le arrebató su pelo y su bienestar. Me comentaba que la quimio mata más que el cáncer: "Es como meterte ácido. Te deja sin fuerzas". Las pastillas para paliar los efectos secundarios también tenían sus propios efectos secundarios. Al final, su médico le recomendó la marihuana.
"Tenía que elegir: esas medicinas y todos sus efectos secundarios... o un remedio que se encarga de paliar todos los efectos secundarios a la vez". También le fue útil al estudiante Owen Beack: "Jugaba al fútbol y mi pierna me empezó a doler con fuerza. Fui al médico y me hicieron una resonancia. Era un tumor en un estado intermedio". Los médicos le amputaron la pierna y le sometieron a quimioterapia, pero eso sólo le torturó como a Etheridge: "Te quita el apetito y cualquier cosa que comas, la vomitas".
Cuando el tratamiento recetado dejó de aliviarle los efectos secundarios, sus médicos le sugirieron la marihuana terapéutica. "Con la marihuana podía llevar a cabo mis actividades diarias sin sufrir dolor. Estaba tranquilo". Owen compraba la marihuana en la tienda de Charlie Lynch. El sheriff Hedges sostiene que el negocio de Lynch "carece de interés para la comunidad".
"Estaba ayudando a la gente, ¿no?", le pregunté a Hedges. "Usted supone que ayuda a la gente. Pero en esencia se ayudaba a sí mismo". La oficina del sheriff vigiló la tienda de Charlie para detectar si violaba algún artículo de la ley californiana, pero no halló nada.
Así, después de un año documentando las actividades de Lynch, el sheriff remitió el caso a los federales. El derecho estadounidense contiene la absurda regulación que califica a la marihuana como "narcótico de iniciación al consumo de drogas", lo que la sitúa en la misma categoría que la heroína.
Las autoridades federales evitaron astutamente acudir a los tribunales californianos y llevaron a Charlie a uno federal, donde sus abogados ni siquiera tuvieron el permiso para explicar a los miembros del jurado que la marihuana con uso terapéutico es legal en California. Y claró, Charlie fue condenado.
La sanción más probable es de 100 años en una prisión federal. Él mismo me explicaba que su vida ha sido destruida: se ha arruinado, su novia lo abandonó y sus amigos temen visitarle.
El presidente Obama bromeaba sobre su propio consumo de marihuana, pero desde su investidura las autoridades federal han registrado cinco tiendas de marihuana en varios estados donde está permitida. La semana pasada, sin embargo, la administración dio por concluidos esos registros. Eso le permite a Charlie Lynch ganar algo de tiempo, pero los federales quieren seguir enchironándole. No sé por qué; se niegan a hacerme declaraciones.
La guerra contra las drogas es estúpida. Disuade a muy pocos, pero condena a la mayoría a la ilegalidad, generando un nivel de delincuencia tremendo. Los adultos deberían ser libres de tomar lo que quieran siempre y cuando asuman la responabilidad de sus acciones.