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Daniel Rodríguez Herrera

La Hora de los Logros Humanos

Los apocalípticos del calentamiento global quieren que produzcamos menos y optemos por tecnologías ineficientes y ruinosas, que reducen nuestro nivel de vida, en lugar de utilizar alternativas realmente eficientes.

Lomborg, como es habitual en él, escribía este viernes una columna polémica desde el mismo título: Yo no apagaré la luz este sábado. Se refería a la estupidez organizada por WWF con la intención de que medio mundo se sintiera a gusto consigo mismo por no hacer nada: apagar durante una hora las luces, que no la tele ni el ordenador ni nada más. Así, autoridades poco dedicadas al bien común y demasiado a la propaganda se pusieron a apagar los focos que iluminan diversos monumentos, mientras un número indeterminado de personas –pero que por supuesto los ecologistas cifraron en 1.000 millones en todo el mundo– decidieron apagar la luz. El efecto real fue, claro, insignificante: la hora prevista fue la de mayor consumo eléctrico del día y el consumo fue poco más de un 1% menor que el sábado anterior.

Hay dos cosas sobre esa hora de apagar las luces que me irritan profundamente. La primera ya la identificó el propio Lomborg: estas mamarrachadas son un modo de que la gente se piense que hay soluciones sencillas a los problemas y que todo depende de tomarse la molestia de apagar la luz una hora. Pero por supuesto, como diría Ramón Calderón, eso no es así, eso no es verdad. El proyecto ecologista contra el calentamiento global exige sacrificios reales y mucho mayores, como el de enviar al paro a millones de personas en todo el mundo y rebajar significativamente nuestra calidad de vida. Desgraciadamente, a nuestro alrededor hay demasiados adolescentes en términos morales para los que lo único que cuentan son las emociones, no la realidad, y especialmente el sentimiento más importante en términos políticos: la autosatisfacción.

Pero aún más indignante y, si me permiten, más adecuado a esta sección de internet y tecnología a la que debería dedicar mis artículos (sí, señor director, a los pies de su señora, señor director), es la ceguera voluntaria que impide a los ecologistas ver ninguna solución que no pase por una restricción al uso de la tecnología, en lugar de abogar por lo que siempre ha hecho la humanidad para solucionar los problemas causados por su progreso: progresar aún más. No, los apocalípticos del calentamiento global quieren que produzcamos menos y optemos por tecnologías ineficientes y ruinosas, que reducen nuestro nivel de vida al obligarnos a enterrar nuestros recursos en ellas en lugar de utilizar una parte en alternativas realmente eficientes y la otra parte en cubrir otras necesidades.

Escondidos bajo la excusa científica, el ecologismo no es más que ideología pura. Son los herederos intelectuales de esos reaccionarios del XIX llamados luditas, que querían frenar el desarrollo industrial y tecnológico bajo la falacia, mil veces refutada, de que destruía empleos. Dentro de esa pila de años en la que nos auguran que la Tierra será más cálida, habremos desarrollado tecnologías energéticas que ahora somos incapaces de concebir siquiera. Pero para ellos ese progreso no es más que otro paso atrás en el camino que quieren recorrer, pasito a pasito hacia ese Edén virginal en el que convivíamos en armonía con la naturaleza, la esperanza de vida era de 30 años y nuestro desarrollo económico y tecnológica impedía que sobrevivieran más que unos pocos millones de personas en todo el mundo.

"Enviaré una señal desde el portátil hasta nuestro servidor local, desde donde viajará por cable de fibra óptica a la velocidad de la luz hasta San Francisco, rebotará en un satélite de órbita geosíncrona a Lisboa, Portugal, desde donde los datos se desviarán a un cable transatlántico sumergido que termina en Halifax, Nueva Escocia, y atravesarán todo el continente vía repetidores de microondas hasta nuestro servidor y de él al receptor adherido a esta... lámpara", decía un personaje de la serie The Big Bang Theory describiendo el proceso seguido para encender una bombilla que tenía a un metro de distancia tras haberla conectado a internet. En esta ocasión, claro, el objetivo era bastante ridículo, como corresponde a una comedia. ¿Pero alguien podía imaginarse a comienzos del siglo XX algo como internet? No, claro que no. Pero al contrario que ahora los políticos no hacían planes a cien años vista que requirieran unos brutales sacrificios ahora. Bueno, quizá en la URSS.

Así, mientras unos (pocos) celebran su "Hora de la Tierra", yo prefiero unirme al CEI y celebrar la Hora de los Logros Humanos, entre los que se incluye internet en un lugar destacado. Y seguiré luchando contra cualquier intento de destruirlos como los que encabezan, de forma destacada hoy en día, ecologistas e islamistas.

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