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Borja Prieto

Fundamentalistas del software libre

Si algún empresario se interesa por el software libre, encuentra que sus defensores son o unos radicales que le ven como un explotador o unos empollones frikis que le desprecian por no saber usar la consola para compilar la última versión del kernel.

Una crisis económica no es mala para todos los sectores: prosperan los restaurantes baratos, porque los clientes prefieren comer peor a dejar de comer fuera, por ejemplo. En general, cuando el cliente mira con más cuidado en qué gasta cada céntimo, las propuestas de valor con mejor relación prestación/precio son mejor recibidas que las que se basan en cobrar más por una determinada imagen de marca o un diseño más atractivo.

Para el software libre, esta crisis puede ser una gran oportunidad. Cuando las empresas están haciendo recortes en todos los capítulos de su presupuesto, la propuesta de software fiable y de calidad por cero euros será muchas veces ganadora.

Además, el software libre ya no es tan desconocido como hace una década. Hoy en día es difícil encontrar a una gran empresa que no tenga unos cuantos servidores con software libre dedicados a tareas como servir ficheros, aplicaciones, páginas web o bases de datos.

De modo que tenemos una tecnología madura, fiable y gratuita... pero desgraciadamente algunos de sus adalides dejan mucho que desear como relaciones públicas. Richard Stallman, sin cesar en su empeño de criticar a todo el que no llame GNU/Linux a Linux o no llame free software a lo que otros llaman open source, estuvo recientemente en España para predicar sobre su nueva cruzada: ahora el enemigo es Google en particular y todos los servicios web en general. El pecado de estos servicios útiles y habitualmente gratuitos es que el software que usan no es libre, y eso es anatema para Stallman. Stallman tiene además la particularidad de atraer a una cohorte de altermundistas y radicales, gente para la que el software libre es otra manera de luchar contra las injusticias de la sociedad capitalista.

Otros supuestos defensores del software libre se molestan porque Linux sea cada vez más accesible a cualquiera que no haya estudiado una ingeniería informática. A ellos les gusta sentirse parte de una élite, seres superiores a la masa vulgar que usa Windows.

De modo que si algún empresario que busca ahorrar unos euros en informática se interesa por el software libre, encuentra que sus defensores más conspicuos son o unos radicales que le ven como un capitalista explotador o unos empollones frikis que le desprecian por no saber usar la consola para compilar la última versión del kernel. Así, el ruido y los mensajes furibundos de los fundamentalistas del software libre acaba por perjudicar a tantas pequeñas empresas que podrían beneficiarse de él.

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