La retirada de las tropas españoles en Kosovo se podía haber realizado sin algaradas ni problemas serios con nuestros aliados en su momento. Esto es, hace un año cuando el Gobierno español anunció que no reconocía la soberanía nacional de un Kosovo independiente. Pero no lo hizo. Posiblemente por miedo a las consecuencias. Bush no estaba para una segunda espantá.
Un año más tarde y cuando nadie se lo esperaba, ni siquiera buena parte del Ejecutivo español –si es verdad lo que recoge toda la prensa nacional–, Rodríguez Zapatero y su ministra de Defensa se lanzan a airear a bombo y platillo que para nuestras tropas es hora de volver a casa. ¿Pensarían que Obama, la antítesis de George W. Bush, les iba a aplaudir? Lo cierto es que al bochorno de estar un año en un Kosovo inexistente para el Gobierno socialista, se viene a sumar ahora el bochorno de la pésima gestión de su abandono. El pulso está ahora entre Bernardino León, improvisado fontanero en Washington, y Carmen Chacón, una estrella que por no querer perder su trayectoria, se enroca en lo imposible. Y mientras, su jefe, quien la defendió al comienzo, se hunde en su clamoroso silencio. ¿Sola ante el peligro?
Pero hay un tercer bochorno nacional. La oposición a estas horas debería estar pidiendo, si no ya enarbolando, la cabeza de la ministra de Defensa. Tal es el lío en que nos ha metido que sólo cabe exigir su dimisión inmediata. Desgraciadamente, al PP tampoco parece interesarle en demasía la política exterior y de Defensa, pues sus portavoces salieron en tromba para comprender la decisión de Chacón en periódicos de tirada nacional. Por el contrario, los responsables máximos del partido, una vez pasados los primeros momentos y saberse de las críticas internacionales, empezaron a adoptar un tono más crítico. Hoy Rajoy ya hablaba del incalculable daño que esta decisión ha causado.
El PP parece haber perdido su instinto de oposición cuando dice comprender las razones del Gobierno. Porque ese no es el tema del día. Esta decisión sobre Kosovo se enmarca en una tendencia y en una actitud de nuestros gobernantes socialistas, pacifistas, antiatlantistas y antiamericanos. Y eso es lo verdaderamente grave. Si Kosovo hubiera sido un hecho aislado, sería grave, pero no tanto. Lo peor es que es un exponente más de este buenismo internacional, desinterés estratégico y abandono de nuestros compromisos a los que nos tiene ya desgraciadamente acostumbrado Rodrigue Zapatero y sus ministros, sean quienes sean. Y eso es lo que debería exponer cruda y brutalmente cualquier oposición que se precie de serlo.
Haberse quedado en Kosovo este año ha estado mal. No tiene discusión. Pero querer comprender ahora las razones de la retirada por esa incoherencia original, no deja de ser un mal chiste. Si España asume unos compromisos, debe estar a la altura de lo que sus responsabilidades le exigen. Este Gobierno no lo ha estado. Al menos la oposición sí debería hacerlo.