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Agapito Maestre

Paciencia y Pacto por la Justicia

La importancia de las víctimas y los familiares de los asesinados empieza a ser nuestra única esperanza. Su lucha nos enseña que el ejercicio de la ciudadanía no es cosa fácil.

El padre de Marta, la niña asesinada en Sevilla, ha dado varias muestras de ser un hombre responsable, inteligente y, sobre todo, paciente. Su afán por recoger firmas para pedir un referéndum sobre la cadena perpetúa es una señal inequívoca de que la justicia en España, en el mejor de los casos, no funciona, o peor, sólo lo hace arbitrariamente. Sin embargo, los partidos políticos se empeñan en decir todo lo contrario, incluso cuando les afecta a ellos sufrir algunas injusticias, guardan un silencio cómplice sobre los verdaderos límites del sistema judicial.

Así, por ejemplo, ante la comparecencia de Carlos Dívar, presidente del CGPJ, en el Congreso de los Diputados, las reacciones de Trillo, representante del PP, y de Julio Villarrubia, representante del PSOE, fueron diametralmente opuestas, pero en el fondo estaban de acuerdo en lo fundamental. Trillo se lamentaba de que el CGPJ protegía al juez que persigue al PP, mientras que Villarubia acusaba de tibieza al "Gobierno de los jueces, contra las coacciones del PP sobre Garzón en particular, y el propio CGPJ en general". Las representaciones de esos dos políticos, junto a las declaraciones obvias y políticamente correctas de Dívar, fueron casi perfectas. La trampa, sin embargo, está a la vista: PP y PSOE mantienen un pacto por la justicia, que es, sin duda alguna, uno de los cánceres más graves que tiene el sistema político español.

Ese pacto es tan cerrado que, a pesar de la actuación de Trillo en el Congreso, ninguno de los dos dirigentes que lo suscriben han sido capaces de comprometerse con el padre de la joven asesinada en Sevilla para revisar la pena de cadena perpetúa para determinados crímenes. Ni Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy fueron capaces de adquirir un compromiso verbal con el padre de Marta. He ahí otra prueba de que este pacto entre el PP y el PSOE es determinante. Es, sí, la prueba de que, a pesar de los pesares, la casta política traga con un sistema absolutamente injusto. Si por ella fuera, no se movería nada.

Acaso, por eso, resulta alentador para cualquier ciudadano de bien observar las demandas de las víctimas, pues sin su lucha nadie espere que el sistema judicial español se regenere. La importancia, por tanto, de las víctimas y los familiares de los asesinados empieza a ser nuestra única esperanza. Su lucha nos enseña que el ejercicio de la ciudadanía no es cosa fácil. Exige inteligencia y arrojo y, seguramente, paciencia. Una virtud que lejos de definirse sólo puede observarse en la lucha de las víctimas por conseguir justicia.

Las víctimas nos enseñan, en efecto, la virtud de la paciencia y algo más que ahora sólo alcanzo a describirlo con las palabras de mi amigo Salvador Ulayar, que vio cómo un criminal de ETA mataba a su padre. Salva que, en estos días de Cuaresma, lee un libro de oraciones se ha sentido sorprendido por uno de sus relatos. Trata de la historia de un profeta que llega a un pueblo y se pone a predicar y predicar y la gente, que al principio le echaba en cuenta, termina aburriéndose de él y no le hacen ya caso. Un día pasa un viajero por el pueblo y lo ve predicando sin que nadie le escuche, así que el tipo le pregunta: "¿Por qué sigues predicando? ¿No ves que tu misión es imposible?". A lo que el profeta le responde: "Al principio tenía la esperanza de poder cambiarlos. Pero si ahora sigo gritando es únicamente para que no me cambien ellos a mí".

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