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Maite Nolla

Aún hay clases

El PP debe tomar la decisión firme de aclarar y poder explicar al público en general los episodios estos del Jaguar y del espionaje, para que la gente no piense que estamos ante un caso de clase política que defiende o tapa a la clase política.

Me preguntan estos días, oye Maite, tu que estás metida en política, ¿de qué va todo esto del espionaje? Suelo responder, para fastidiar, que es una cosa de El País, aunque realmente piense que lo que sucede es un problema de clase, de clase política.

Para los que nos metimos en política en Cataluña, el principal objetivo era, si no acabar, sí al menos denunciar la existencia de una clase política que se caracteriza, en primer lugar, por crear problemas ficticios, debates inexistentes al margen de la sociedad, mientras evitaba solucionar los problemas reales, y, en segundo lugar, por taparse la corrupción. Desde la gran corrupción del indecente tres por ciento, hasta lo del dinero negro de algunos progenitores en paraísos fiscales, pasando por las migajas de los informes y las externalizaciones, que ahora hipócritamente denuncia Convergencia. La verdad, la única diferencia con los actuales gobernantes y los anteriores, es que antes los beneficiarios eran de CiU y ahora son del tripartit; pero, como diría el clásico, hacerse, se hacían igual. Y ahora, el PPC quiere darse de alta nuevamente en la clase, para desgracia, tristeza y desespero de sus votantes, aunque en su caso tenga más que ver con las dos o tres familias que controlan el partido y que desprecian lo que deberían defender. Lo que yo les digo, la clase política.

El PP debe tomar la decisión firme de aclarar y poder explicar al público en general los episodios estos del Jaguar y del espionaje, para que la gente no piense que estamos ante un caso de clase política que defiende o tapa a la clase política. Incluso en el caso de que Esperanza Aguirre tenga razón, lo cierto es que al menos dos o tres altos dirigentes del PP de Madrid o han conspirado contra ella o han mentido –o las dos cosas– con intención de perjudicarla. Es saludable darle estopa al PSOE, y más al socialismo madrileño, y meterse con Garzón y con Bermejo, pero es evidente que una parte del PP ha querido cargarse a otra parte del PP y eso debe explicarse y, a ser posible, que se entienda.

Lo mismo sucede con lo del Jaguar y los tipos estos de la gomina. La respuesta que ha dado el Partido, desde su presidente hasta la principal señalada, es ridícula. Yo no sé si Ana Mato tiene o no que ver algo o nada con el chanchullo denunciado, pero me pregunto qué hubiera dicho la plana mayor del PP si lo del Jaguar le hubiera pasado a un alcalde socialista casado con una dirigente máxima del PSOE. No digo yo que deba dimitir, pero si todo lo que se le ocurre decir es “no me consta”, debería ir pensándolo, porque cualquiera que no siga la actualidad puede relacionar su súbita ascensión en las listas electorales y en los cargos del partido con este tipo de cosas, y no conviene. Ana Mato, por cierto, es una de las principales responsables de la situación del partido en Cataluña.

Mientras Zapatero se comporta ante la crisis como un chimpancé delante de un piano, después de aprender a decir hipoteca suprain, cuando entre Gabilondo y el Gobierno han creado la mentira de que vivimos ante la crisis del caso fortuito, es decir, que no era previsible, pero que de serlo, era inevitable, el PP se muestra incapaz de cortar por lo sano y de dar ejemplo.

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