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Un país esperpéntico

Todo es una cuestión de quién le paga los trajes a los políticos. He ahí resumido el esperpento al que ha llegado este país. Es imposible llegar más bajo.

La pregunta del director de ABC al presidente de la Comunidad de Valencia marcó ayer el ritmo de la vida política. Quien se tome en serio esa cuestión, sí, quien trate de indagar en la sencilla pregunta de un director de un diario nacional, podrá bajar a los pozos más negros de la política española. La respuesta que dio Camps a una pregunta obvia contiene todo el mensaje del partido político de la oposición. La vida política ha quedado reducida a preguntas evidentes y respuestas vacías.

"¿Quién le paga a usted, señor Camps, los trajes que viste?". He ahí contenida la cuestión fundamental de la política española. Esto no da para más. El director de ABC, sin pretenderlo y sin saberlo, ha conseguido con su pregunta sintetizar la política española. Todo es una cuestión de quién le paga los trajes a los políticos. He ahí resumido el esperpento al que ha llegado este país. Es imposible llegar más bajo. Nunca se sabe. Creo que esa pregunta es el precipitado, otros dirían resultado intelectual, de un país que odia a otro medio país.

Nada de lo que está sucediendo en España puede catalogarse de normal. Esto está roto. De lo contrario, el director de un periódico nacional no habría hecho esa sencilla pregunta a un prominente político de una de las comunidades autónomas más importantes de España. Ese diálogo es más propio de una representación teatral exagerada que de un acto político en un país con cuatro millones de parados. Y, sin embargo, ese coloquio fue real. Tan real que yo puedo calificarlo de esperpento político. Quien no quiera verlo así, está en su derecho, pero sepa que está engañándose a sí mismo.

Nuestras elites políticas e intelectuales están consiguiendo lo nunca visto. La reducción de la vida democrática a un coloquio costumbrista sobre quién le paga a un político sus trajes. Es, por otro lado, el mejor pie de foto que podría escribirse a quienes fueron al casino de Madrid para retratarse con Camps. La pregunta, la respuesta y la foto de todos los líderes del PP, en torno al hombre que paga de su bolsillo los trajes que viste, conforman la quintaesencia de la ideología del PP a la persecución a que ha sido sometido este partido por Rodríguez Zapatero desde que llegó al Gobierno. ¡Horror!

Eso sucede en el mismo país que no puede rendir decentemente un homenaje a sus víctimas del terrorismo, porque el lugar donde se iba a celebrar el acto está a punto de derrumbarse. El monumento que se instaló para conmemorar los muertos del 11-M amenaza ruina. No es normal. Perdón, no debería ser normal que eso sucediese en un país civilizado, sí en un país que debería saber tratar a sus muertos. A su pasado. No es el caso español. Nuestros políticos, empezando por el presidente del Gobierno, siempre quisieron olvidar a sus víctimas, o peor, juegan con ellas para terminar arrojándoselas en la cara al adversario político.

No sé, en verdad, si este país está abocado o no a la catástrofe. Pero estoy convencido de que vivimos instalados en un esperpento.

En España

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