¡Que vienen los negacionistas!
Estigmatizar al contrario, sustituir el pensamiento con términos que se consideran difamantes ("les molesta"), ni siquiera se asemeja a la concepción más cutre de lo que debiera ser la ciencia. Se parece más a la religión o a la política.
No sé si es mala suerte o una coincidencia reveladora, pero el día en que se presenta la defensora del lector de El País, compartiendo con nosotros una ristra incompleta de lugares comunes, se publica una pieza que parece querer desmentir las buenas intenciones de la ombudswoman. Al parecer, que se llame Milagros sí que es pura coincidencia, un juego del azar. La pieza en cuestión se llama "Cumbre mundial de negacionistas". Pero no de una reunión de lo que conocemos por "negacionistas", es decir, de quienes niegan el Holocausto, sino de una gente que no tiene nada que ver, y que se ha reunido para hablar... ¡del tiempo! Defraudar al lector ya desde el titular, ¿merecerá milagrosa intervención?
Si se pregunta por qué da el redactor de El País ese salto semántico tan espectacular, tiene la respuesta en la propia noticia: el término "les molesta". Periodismo de calidad, pero en tiempos de crisis. Se refiere la información a la convención que ha convocado el Heartland Institute en Nueva York y que convoca a los principales autores escépticos con el tratamiento que se está haciendo desde Naciones Unidas del calentamiento global. El mensaje oficial es que 1) Hay un calentamiento de dimensiones catastróficas e inminentes, 2) El causante de ese calentamiento es el hombre, y 3) La solución de ese problema, que es el más acuciante a que se enfrenta la humanidad, es política, es decir, que pasa por que los políticos nos impongan o prohíban ciertos comportamientos. De otro modo, nos iremos al infierno climático.
Piense el lector lo que quiera, pero que sepa que hay expertos de primera fila que no coinciden con uno o varios de los pilares del mensaje oficial. La disensión, el libre examen de las proposiciones ajenas, el debate, son propios de la ciencia. Estigmatizar al contrario, sustituir el pensamiento con términos que se consideran difamantes ("les molesta"), ni siquiera se asemeja a la concepción más cutre de lo que debiera ser la ciencia. Se parece más a la religión o a la política. O al mal periodismo.
Dos no debaten si uno no quiere, eso está claro. Al Gore, sacerdote del oficialismo climático, ya le ha dicho a Bjorn que no está dispuesto a debatir con él. No es de extrañar. No es la ciencia, con sus incómodas servidumbres, lo que le interesa a Gore. Pero la parte de la ciencia que se muestra escéptica con el mensaje oficial es cada vez más importante, y será cada vez más difícil desconocerla. La ciencia y el hombre serán los principales beneficiados.
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