La desfachatez del presidente de la Generalitat de Cataluña, Sr. Montilla no tiene límites. Un día de estos habrá completado la vuelta al calcetín: de charnego a nacionalista sin cambiar de chaqueta. Las tretas victimistas de sus antecesores nacionalistas las maneja como si fueran propias. "Con la convivencia civil, con la lengua, no se puede jugar", ha advertido al Tribunal Constitucional; y en tono propio de un chantajista ha añadido: "Hay riesgo de factura social". Parece ser que si el Tribunal Constitucional quiere preservar la paz social en Cataluña no ha de tocar su modelo de exclusión lingüística, sancionado en el Estatuto. Sea o no constitucional.
Días antes le aceptaba el guante judicial al presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, a propósito del litigio por la propiedad de obras de arte eclesiásticas entre Aragón y Cataluña: "Si [en Aragón] optan por la vía de los Tribunales no tenemos ningún miedo". Al presidente de Aragón se le había acabado la paciencia y ordenaba acciones penales por los delitos de "apropiación indebida, prevaricación y obstaculización a la justicia" contra el Museo Diocesano de Lérida al negarse la Generalitat a devolver 113 piezas sacras perteneciente a la diócesis de Barbastro. Definitivamente, Montilla no es un socialista, no es un nacionalista, es un camaleón capaz de cualquier cosa por aferrarse al poder.
Si contemplamos el litigio por los papeles de Salamanca con este otro entre Aragón y Cataluña, me entenderán de qué proceder ético estoy hablando. Veamos el problema:
Desde hace ya bastantes décadas, y para realzar la Sede de sus diócesis, se les ocurrió a los obispos y a sus curias crear los museos diocesanos. Una parte importante de sus fondos la componen las piezas que hicieron trasladar desde las iglesias parroquiales, en muchas ocasiones con oposición de sus legítimos propietarios. Pero en la Iglesia, como en el Ejército, no se discuten las decisiones. Cuando se formó el de Lérida, a él llegaron, sin más fundamento que el mandato episcopal, 113 obras de arte religioso que, desde tiempo inmemorial pertenecían a las parroquias de su franja de poniente. Posteriormente, y en el ejercicio de una jurisdicción estrictamente canónica, la Iglesia recompuso los límites geográficos de sus diócesis y aquellas parroquias que habían pertenecido a la diócesis de Lérida, pasaron a formar parte de la de Barbastro. La lógica más elemental concluyó que, si esas parroquias ya no forman unidad canónica con Lérida... sus obras de arte, tampoco. Y piden, por tanto, que se les devuelva lo que, desde tiempo inmemorial es suyo. Dentro de esa lógica interna que afecta a la organización de la Iglesia y sus diócesis, el obispo de Barbastro reclama al de Lérida y le pide la devolución de las 113 piezas. El asunto llega hasta el Vaticano, donde se da la razón a la diócesis aragonesa. El obispo de Lérida presenta recurso ante el Tribunal de la Rota, pero éste lo desestima, recordando la vigencia, canónicamente inapelable, de la disposición vaticana: las obras han de ser devueltas a las parroquias de Barbastro.
El obispo de Lérida, desestimando recurrir a la vía civil, afirma, sin embargo, que no puede devolverlas porque esas 113 obras han sido catalogadas y están protegidas por la ley del patrimonio de Cataluña.
Es curioso, el nacionalismo lo deforma todo. Lo deforma tanto que los mismos argumentos que ha utilizado el Ayuntamiento de Salamanca para retener unido el archivo de la guerra civil y que fueron calificados por el nacionalismo como expolio, ahora, la Sra. Carmen Huguet de CiU, los utiliza para impedir que las piezas religiosas catalogadas del Museo diocesáneo de Lérida sean devueltas a sus propietarios: Ahora la unidad del archivo es importante para "fer país", lo cual vendría a decir que destruir la unidad de los archivos de Salamanca tendría como objeto destruir país. "Es la documentación de nuestro pasado histórico que no puede ser compartida", dice sin inmutarse, la Sra Diputada, y es preciso, nos aseguraba en el pleno del Parlamento de Cataluña el pasado 4 de julio de 2008,: "reconocer explícitamente la unidad de la colección, habida cuenta de que constituye un patrimonio capaz de explicar los contextos identitarios, históricos, sociales y religiosos".
Es decir, la unidad del archivo de Salamanca es expolio e imperialismo, la unidad del Museo Diocesáneo de Lérida, por el contrario, es instrumento imprescindible de identidad que debe ser preservada porque es la "nostra".
Nunca tendríamos este problema si no se hubiera iniciado la campaña de los archivos de Salamanca. Actualmente ya se ha extendido a los contenciosos por el agua. Aragón lo hizo ante los tribunales a propósito del minitrasvase catalán de agua del Ebro a Barcelona. Valencia y Murcia preparan sus agravios comparativos. El Ayuntamiento de Salamanca ha entablado recurso contencioso contra la dispersión y fragmentación del archivo de la guerra civil.
El Archivo de la Corona de Aragón, con sede en Barcelona, y el blindaje del mismo desde la disposición adicional tercera del Estatuto enfrenta en el Tribunal Constitucional a los Gobiernos de Aragón, País Valenciano e Islas Baleares con el catalán.
El Museo Diocesano de Lérida ha sido requerido por la diócesis de Barbastro-Monzón para que devuelva (con aval de la jurisdicción vaticana) las 113 piezas allí depositadas pero que provienen de parroquias aragonesas en su franja oriental. El Vaticano, después de instar al Gobierno de Cataluña a devolver las obras a la Diócesis de Barbastro inútilmente durante 14 años, finalmente ha autorizado al Obispado de Lérida a emprender acciones penales civiles en la línea del Gobierno de Aragón. La caja de Pandora está abierta.
¿Cuánto tardarán la Junta de Castilla y León o los obispos, cabildos, párrocos o cualquier entidad cultural privada española en requerir a la Generalidad de Cataluña para que devuelva las obras de arte expoliadas de sus parroquias y que hoy forman parte notabilísima de los fondos del Museo Federico Marés en Barcelona?
La Sra. Huguet de CiU ya le había exigido en junio pasado al consejero de Cultura de la Generalitat de Cataluña, Sr. Joan Manuel Tresserras de ERC que se implicase en el proceso civil contra el obispo de Barbastro, pero el Conseller, astuto, a sabiendas que no tiene la propiedad de las piezas, ni la tendrá por vía civil, se apoya en la posición de fuerza que la posesión actual de ellas detenta el Museo Diocesano de Lérida. No quiere ruido, pretende alargar el proceso, retener el producto y negociar. Vamos, que adquiere la postura del alcalde de Salamanca sin el más mínimo rubor.
Claro como el agua clara. Cuando se trata de construir nación, todo vale. No importa dinamitar la unidad del Archivo de Salamanca argumentando la legitimidad catalana de su título de propiedad sobre "los papeles". Contra Salamanca, la dirección del argumento vale; pero contra Cataluña, no. En el caso de las 113 piezas del Museo de Lérida, no conviene poner sobre la mesa el asunto de la legitimidad que dimana de la propiedad, porque ello obligaría a fraccionar el museo y se perdería, además, parte del patrimonio que posee (posesión, sólo posesión) la "nación" catalana.
Pandora contra Prometeo, la sangre contra la ley, el nacionalismo contra la razón. Es la lucha entre la imaginación romántica, la fantasía vaporosa y el sentimiento acrítico de Pandora que bendice la desigualdad y el privilegio contra Prometeo, la racionalidad creadora y la capacidad de decidir con libertad de los que son y se respetan como iguales.
Moraleja nacionalista: Lo mío es mío y lo tuyo, de los dos; aunque si está en mi posesión, ¡lo tienes crudo, maño!
Si un día el Museo Diocesano de Lérida ha de dividir su colección, la culpa la habrá tenido el egoísmo nacionalista catalán por haber puesto fronteras donde sólo había una Iglesia universal.