En términos de lucha antiterrorista, los gobiernos nacionalistas vascos han sido siempre más un problema que una solución. Cuando han tenido que ayudar a derrotar a ETA, no lo han hecho, y cuando ésta ha estado contra las cuerdas, lo que han hecho es ayudar a reflotarla. El PNV y EA siempre han utilizado las instituciones vascas en función de sus relaciones con la banda.
El actual no es una excepción. Proporciona cobertura directa e indirecta a la banda terrorista. La directa tiene que ver con lo que el Gobierno tripartito hace –entorpecer investigaciones sobre el entramado etarra, darle amparo institucional, subvenciones millonarias– y lo que no hace –usar a la Ertzaintza, hacer cumplir la ley. La cobertura indirecta tiene que ver con la cultura, la propaganda y la ideologización de la sociedad vasca. Culturalmente, los gobiernos nacionalistas proporcionan la cosmovisión identitaria y victimista de la que se alimenta ETA. Propagandísticamente, la disculpa, la justificación y la comprensión de los violentos son masivas a en la televisión vasca o en los medios del establishment y se pagan con dinero público, ya sea con las subvenciones a asociaciones que hacen proselitismo etarra o con las ayudas directas a su entramado.
En cuanto a la ideología, el Gobierno vasco es el principal agente de reeducación social que desemboca en el uso de la violencia. En las escuelas públicas vascas –y en buena parte de las privadas–, se enseña a los niños vascos la existencia de un conflicto histórico entre los vascos y los españoles, conflicto en el que éstos han sometido, someten y someterán al País Vasco. Se educa en el odio, en el resentimiento y en la legitimidad histórica de la violencia. Así que no es de extrañar que parte de la juventud vasca saque las paranoicas conclusiones evidentes de todo esto y se lance a pegar tiros en la nuca y poner coches bomba.
En términos de lucha antiterrorista, el Gobierno nacionalista no sólo no ha sido un aliado fiable en la lucha contra ETA, sino que ha sido un obstáculo. La paralización en los últimos tiempos de la Ertzaintza, denunciada por sus sindicatos, es sólo el último episodio de una historia de instrumentalización de las instituciones para el frente común de ETA. A efectos de lucha contra los terroristas, los gobiernos nacionalistas han sido siempre más un problema que una solución, más un enemigo del que no fiarse que un aliado en el que confiar. Así ha sido siempre, y lo seguirá siendo en el futuro.
En conclusión, desalojar al nacionalismo vasco del Gobierno de Vitoria es un paso imprescindible para lograr una derrota de ETA más rápida y más completa. Primero, por desmontar la cosmovisión del enfrentamiento que es la doctrina oficial que ampara, justifica y legitima las acciones terroristas. Y segundo por eliminar del todo las ayudas materiales y la cobertura burocrático-administrativa que el Ejecutivo nacionalista ofrece a ETA. Todo ello puede lograrse con prudencia y sentido común pero con firmeza. Pero lo que está claro es que sacando al tripartito de Ajuria Enea, el fin de ETA estará más cerca, y su derrota será más estrepitosa.
El lunes no habrá término medio. O Ajuria Enea seguirá siendo uno de los últimos parapetos de ETA, o será un enemigo mortal para la banda. Y habrá un único responsable de la elección: José Luis Rodríguez Zapatero. Tenemos la peor de las opiniones sobre él y sus intenciones respecto a todo tipo de terrorismo. Ahora tiene otra oportunidad para demostrarnos que estamos equivocados, la más importante. Si su intención es derrotar a la banda, deberá pactar con el PP y UPyD un Gobierno constitucional sólido, que acabe con la impunidad que el entramado institucional nacionalista ofrece a ETA y lo ponga a combatirla en todos los frentes. Si su intención es otra, si quiere jugar al mismo juego que le llevó al diálogo con la banda en 2006, se unirá al nacionalismo y al hacerlo ayudará a la supervivencia de ETA, dándole más oxígeno para continuar matando. De esto será responsable, y por esto será recordado.