Esta noche no he pegado ojo. Menuda novedad, dirán algunos. Ya, pero si tenemos en cuenta que una servidora puede dormir cual la marmota Phil de Pensilvania, pues sí, se trata de algo afortunadamente inusual. Tampoco ha ayudado el que haya empezado a sonar a horas intempestivas una alarma de un teléfono móvil que programé en el año 1.000 y no sé por qué razón se ha activado hoy como si de una alerta de central nuclear se tratara.
Vamos yendo al grano. Desvelada toda la noche he procurado atender varios asuntos pendientes. El primero de ellos es el que les relato a continuación, a ver si alguien me puede echar una mano. Al ir conduciendo tranquilamente, el pilotito rojo de mi vehículo, el que te indica si llevas puesto o no el cinturón de seguridad, empezó a gritarme como un energúmeno y una servidora, sola e impotente le iba increpando: ¡pero si ya lo llevo puesto! Entonces, me asaltó una duda que todavía no he logrado resolver. La inercia hizo que le diera un manotazo a mi bolso que iba sentadito, de pie, en el asiento del copiloto y supongo que la casualidad hizo que dejara de sonar. Pero claro, digo yo, ¿cómo detecta el inteligente piloto si hay alguien o no en el asiento de la derecha? ¿Por qué se enciende unas veces y otras no? ¿Saben lo que les quiero decir?
Y otra cosa que me tiene francamente preocupada. La Sociedad Española de Ornitología y el Departament de Medi Ambient han solicitado al Fútbol Club Barcelona que no proceda a las obras de remodelación del estadio en época de reproducción del vencejo real o bien se tomen las medidas oportunas para no entorpecer su etapa de reproducción. Al parecer, según nos cuenta La Vanguardia, este ave sólo ha aparecido en el Camp Nou y en un edificio de Nou Barris y –no es coña– empieza a criar justo cuando finaliza la Liga. Se trata de un ave migratoria protegida, tiene un comportamiento monógamo, copula mientras vuela –ya le gustaría a más de un pájaro de los que yo conozco–, llegan incluso a descansar en el aire y recorren enormes distancias para después regresar siempre al mismo nido.
Al parecer no llegaron a acercarse a Andújar, ya que por el momento están sanas y salvas. Pero las noches son muy largas y dan mucho de sí, así que me he sumido en el apasionante mundo ornitológico para seguir indagando y seguir obteniendo resultados francamente interesantes.
De este modo he sabido que la gaviota, que todavía no está en peligro de extinción, aunque muchos lo estén intentando permanentemente, son aves voladoras que pertenecen a la familia Laridae. La mayoría de ellas son carnívoras, aunque no les hacen ascos a algún que otro pececillo. Las gaviotas, como el vencejo real, también sobrevuelan grandes distancias, aunque llegan a tardar hasta cuatro años en lograr el plumaje adulto pleno –Wikipedia dixit–, suelen ser listas aunque poseen complejos métodos de comunicación y algunas de ellas exhiben conductas complejas. En cuanto a la monogamia, nada encontré.
¡Acabáramos! No saben lo gratificante y aclaratorio que me ha resultado la SEO/Bird Life en esta noche de insomnio. Ni papeles de FAES, ni consultas a la Heritage Foundation. El secreto está en los pájaros. Mundo apasionante donde los haya, oigan. Aunque yo recomendaría a la Sociedad Española de Ornitología que ampliara la protección hacia otras aves, porque con tanto aficionado recién salido de una tienda L.L.Bean del Acadia National Park, sería conveniente que se acotara algo más el radio de acción. Porque, como decimos en mi tierra, a este pasoprendrem mal.