La política como gangsterismo
El PSOE ha sido, sin duda, el más violento partido español del siglo XX, incluido el PCE, y lo sigue siendo. También ha sido, y es, el partido más corrupto e inescrupuloso de España durante sus ciento y pico años de existencia.
Aunque la democracia suaviza la lucha por el poder, permanece en ella un componente de violencia soterrada y de corrupción que sólo pueden frenar unas leyes claras y su aplicación, la limitación del poder mediante elecciones libres y, más aún, la división de poderes y una exigencia moral de los políticos, nazca de ellos o de la presión popular y de una prensa libre. Cosas todas ellas tambaleantes y en retroceso en la España de la involución política, que transformó el Pacto para las libertades y contra el terrorismo en su contrario exacto, pues pacto involutivo, aunque no expreso, ha habido entre Rodríguez y Rajoy.
El PSOE ha sido, sin duda, el más violento partido español del siglo XX, incluido el PCE, y lo sigue siendo (me refiero a su colaboración con el terrorismo, su extensión de la kale borroka por todo el país, su utilización espuria de la policía y cosas parecidas). También ha sido, y es, el partido más corrupto e inescrupuloso de España durante sus ciento y pico años de existencia, hasta el punto de que socialismo y corrupción vienen a ser sinónimos (igual que en Francia y otros países). Como ha recordado a destiempo Cospedal, es el partido del GAL y de Filesa, entre tantísimas otras cosas. Que jamás ha rectificado: por el contrario, fiel a su carácter de sindicato del crimen, siempre ha pensado en vengarse de quienes sacaron a la luz su podredumbre y le hicieron perder el poder por una temporada. Un carácter que vuelve a ponerse de relieve con su ofensiva contra el PP, cínica exhibición de un poder judicial antidemocrático, utilizado en una maniobra típicamente gangsteril.
Pero que la maniobra sea lo que demuestra ser no impide que incida en hechos con toda la traza de ser reales. Un partido sin convicciones morales e intelectuales, y sin otra ansia que conseguir poltronas y despachos, es necesariamente un partido corrupto, dedicado a engañar a sus propios votantes. La operación de Rajoy ha consistido en eso: en vaciar al PP de cualquier sustancia ideológica o meramente intelectual. La extrema puerilidad de su política ("¡Nos mojamos por ti!", la pose "moderna" de Soraya, la nena angloparlante, "la economía lo es todo" y tantas otras muestras de una estupidez fuera de lo común), va pareja de modo inevitable con una corrupción creciente. Esta existe siempre, como la delincuencia, pero puede ser tolerable o volverse insoportable y hoy vuelve a ocurrir lo segundo.
Un desalentado militante del PP, al tanto de estas cosas, me comentaba que se había creado una especie de pacto entre "caballeros" entre su partido y el PSOE con vistas a no hacer demasiada sangre con los robos del contrario: yo no te denuncio demasiado a ti y tú no me denuncias a fondo a mí. Y, en efecto, los numerosos casos que salían a la luz en estos años (otros muchos quedaban tapados) eran mantenidos en sordina y sin insistir en ellos, hasta convertirse en parte de la normalidad. Ahora, el interés electoral ha incitado al PSOE a romper el pacto gangsteril, lanzándose a la yugular de su socio futurista. Es la España, repito, de la involución política.
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