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Carlos Jariod

El movimiento objetor sigue en pie

La importancia del movimiento objetor se halla en su significación cultural. Esto es lo que teme la izquierda, acostumbrada a entender la educación como un instrumento político estatalista.

Después del fallo del Supremo es posible que muchos se estén frotando las manos. Quizá piensen que es el tiro de gracia al movimiento objetor; una vez neutralizada la vía jurídica, la desbandada será general y la fuerza del poder triunfará sobre la sociedad civil. Gobierno nacional, PSOE, IU, medios de comunicación afines (casi todos) y más de un militante de importancia del PP habrán respirado satisfechos, después de conocer el fallo. ¡Qué peso nos hemos quitamos de encima!

Pues no. Siguen sin darse cuenta. A veces, ni nosotros mismos –los que criticamos Educación para la Ciudadanía y defendemos la objeción– nos apercibimos de ello. En efecto, el movimiento objetor no se reduce a la lucha jurídica. No depende de que éste o aquél tribunal nos dé la razón o nos la quite. La lucha jurídica es imprescindible, pero no es la única. No es verdad que EpC sea una materia cuya validez educativa haya sido avalada por el Supremo y, por tanto, como dice la ministra, sea hora de abandonar este "debate irreal". No es verdad que el movimiento objetor sea ya innecesario. Eso es lo que querrían.

Los padres objetores, los docentes que los apoyamos desde el principio, junto a intelectuales, periodistas y políticos, hemos planteado como nunca hasta ahora en nuestra sociedad cuáles son los límites educativos del Estado, el papel principal de la familia en la educación de los hijos y hemos denunciado el uso invasivo de ideologías que forman parte del programa cultural de la izquierda española e internacional: laicismo radical, ideología de género, relativismo moral y positivismo jurídico como dogma indiscutible de las democracias parlamentarias. Este sí que es un debate real.

Por todo ello, el movimiento objetor sigue en pie, para desgracia del Gobierno y sus amigos. Un movimiento que no se desentiende de la vía jurídica. No. El Constitucional nos espera. Si es necesario, Estrasburgo. Pero no desviemos la mirada por el fragor de las últimas noticias. La importancia del movimiento objetor se halla en su significación cultural. Esto es lo que teme la izquierda, acostumbrada a entender la educación como un instrumento político estatalista. Y eso es lo que nos pide la ministra. Que acabemos.

Quienes tenemos alguna responsabilidad en el movimiento objetor tenemos dos retos. El primero e inmediato, preparar jurídicamente una respuesta solvente en forma de recurso al Constitucional. Pero el segundo, el más difícil y que deberá desarrollarse a medio o largo plazo, consiste en transformar el movimiento objetor en un movimiento de renovación educativa sin renunciar a nada de lo que hasta ahora hemos defendido. Que se prepare la señora y ministra y sus amigos gabilondos.

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