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Juan Carlos Girauta

Esto apesta

Yo había pensado que levantar el teléfono y dirigirse a su posible sucesora para advertirle de que una basura rebosaba los cajones de su Anacleto honorífico era en sí mismo, objetivamente un uso de la basura en su beneficio.

Un viejo apparatchik recibe en su despacho de la sede nacional del PP a una autoridad institucional, el vicepresidente de una Comunidad Autónoma. Le comunica que ha trabajado en el Ministerio del Interior, que tiene numerosos contactos en la Policía y la Guardia Civil e incluso exhibe una placa del Cuerpo Nacional de Policía. También lanza graves acusaciones contra su interlocutor, sin eludir el terreno personal, valiéndose de un dudoso dossier.

En esta insólita escena cabe la confusión entre jerarquías de partido e institucionales, cabe el manejo de informaciones de sospechosa procedencia (de hecho, ya se han abierto diligencias judiciales al respecto), cabe la coacción, caben la violación de la intimidad y la usurpación de funciones públicas. Pero es una escena anterior la que encierra todo el sentido de esta vergüenza: una llamada telefónica de Rajoy a Aguirre justo después de las elecciones de marzo de 2008, cuando la continuidad del fracasado candidato a la presidencia del Gobierno es cuestionada por medios hasta entonces afines y suena el nombre de Esperanza Aguirre como posible candidata en el próximo congreso del partido: "Tengo datos sospechosos de tu número dos".

Tengo, tengo, tengo... ¡Tú no tienes nada! Si en la escena precedente al tercer grado de Génova 13 está la clave de la vergüenza, en la subsiguiente está el insufrible sonrojo de ver al apparatchik en pleno ataque de pánico. Valiéndose, efectivamente, del típico recurso de un mal policía que huele el peligro, es él quien denuncia seguimientos. Lo hace ante otros apparatchik y ante El País.

Me quedo muy tranquilo cuando Casimiro García-Abadillo, tras arrojar tanta luz, precisa: "Mariano Rajoy, según ha podido saber El Mundo
, no utilizó en ningún momento esa información en su beneficio". Yo había pensado que levantar el teléfono y dirigirse a su posible sucesora para advertirle de que una basura rebosaba los cajones de su Anacleto honorífico era en sí mismo, objetivamente, sin necesidad de juicios de intenciones, un uso de la basura en su beneficio.

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