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EDITORIAL

Hamás provoca, Israel responde

Una vez más los titulares no dejan ver la verdadera naturaleza del campo de batalla. Hamás provoca, Israel responde y los civiles se inmolan involuntariamente en el altar del fanatismo de los ayatolás palestinos.

El patrón es siempre el mismo, tanto en el conjunto de la guerra como en cada uno de sus episodios aislados. Los terroristas de Hamás provocan el enfrentamiento, se parapetan detrás de la población civil e Israel termina respondiendo. El grave conflicto armado que en estos días castiga la Franja de Gaza es responsabilidad única de la organización terrorista Hamás, que, desde hace varios años, busca la guerra abierta con Israel a sabiendas de que las víctimas van a ser en su mayoría civiles palestinos.

Son esos inocentes, niños, mujeres y ancianos convertidos en escudos humanos por los que dicen liberarlos de una inexistente opresión israelí, el verdadero combustible de esta guerra. Hamás lo sabe, conoce el poder de convocatoria de su causa en Occidente y lo persuasivas que pueden llegar a ser en las conciencias europeas las imágenes de niños moribundos y cadáveres de civiles apilados en una improvisada morgue. El valor de un niño palestino se cifra en lo útil que pueda ser su muerte para la propaganda exterior, la que, izquierda europea mediante, permita a los mandamases de Hamás perpetuar sine die la guerra sin cuartel contra Israel.

El último capítulo de este sinsentido es el ataque sobre dos escuelas que habían dejado de serlo y que los terroristas utilizaban como polvorines. No contentos con ello, con poner en riesgo la vida de un sinnúmero de inocentes, y con idea de incitar a los blindados israelíes a disparar sobre los edificios, emprendieron el ataque desde las escuelas esperando respuesta. La operación, suicida y abyecta donde las haya, se ha saldado con 43 muertos y decenas de heridos, entre los que se encuentran multitud de civiles cuya desgracia está ya siendo utilizada ignominiosamente por Hamás en los medios de comunicación de todo el mundo.

Ante semejante panorama de devastación sin paliativos sólo cabe preguntarse con honestidad quién es más bárbaro, ¿el que ataca a un edificio que era una escuela o el que convierte la escuela en un polvorín, la llena de rehenes y convierte el lugar en primera línea de frente exponiendo a los rehenes a una muerte segura? Indudablemente el segundo. El ejército israelí, a pesar de la campaña intensiva de desprestigio internacional que está sufriendo, hace todo lo posible por minimizar el número de bajas civiles en este conflicto. Avisó con antelación por correo a los pobladores de Gaza instándoles a abandonar las casas donde hubiese armas, pues éstas serían objeto preferente de los ataques. Ha puesto toda su tecnología bélica al servicio de la precisión y prefiere no atacar, sino es en defensa propia, ante la duda de matar a los rehenes civiles que Hamás utiliza con profusión.

Los terroristas palestinos actúan de un modo totalmente inverso. Tratan por todos los medios de maximizar las víctimas civiles, las de ambos lados de la frontera. Llevan más de tres años lanzando cohetes y secuestrando civiles en territorio israelí, a pesar de que Israel abandonó en 2005 la Franja de Gaza dejando a sus habitantes libres de formar su propio estado. Una vez el conflicto ha pasado de un lado al otro de la valla, la obsesión de Hamás es que mueran cuantos más palestinos mejor para explotar más eficazmente el odio antijudío en la Franja y, sobre todo, para obtener los jugosos réditos que le ofrece la prensa europea. Una vez más los titulares no dejan ver la verdadera naturaleza del campo de batalla. Hamás provoca, Israel responde y los civiles se inmolan involuntariamente en el altar del fanatismo de los ayatolás palestinos.

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