Los tontos y el tonto de Gil Calvo
Con irresponsabilidad temeraria, Gil Calvo se refiere a las muy tímidas privatizaciones del Estado de bienestar en Madrid: doctrinarias (el colectivismo estatista no tiene nada de ideología o doctrina, nada de nada) e inaceptables, faltaría más.
Enrique Gil Calvo es premio extraordinario de licenciatura en Sociología, número uno de la primera promoción, doctor y profesor titular de Sociología, todo ello en la Universidad Complutense. De alguien tan laureado (aunque poco viajado académicamente) uno esperaría oír o leer cosas inteligentes. Pero conviene recordar que es sociólogo: en pocos ámbitos del saber el prejuicio, la ignorancia y el sectarismo campan tan a sus anchas. Además es funcionario y autor de Lógica de la libertad (Por un marxismo libertario).
No le avergüenza comenzar su exposición mostrando su ineptitud sobre economía: "el BCE bajaba el precio del euro 0,75 puntos y, pese a ello, las bolsas continuaron cayendo, lo que abre perspectivas depresivas para el año que viene". El tipo de interés es la tasa de intercambio intertemporal (entre bienes presentes y bienes futuros) y no es el precio del dinero; no existe una relación causal infalible entre los descensos del tipo de interés por el Banco Central y la subida de las bolsas; las perspectivas depresivas ya estaban abiertas antes de estos hechos.
Siendo sociólogo podría quizás presumir de disponer de algún que otro dato correcto y relevante para sus análisis; observemos: "la mayor parte de la protección social (guarderías, geriátricos, dependencia, integración de inmigrantes, etc.) se presta por cuenta y a cargo de los servicios municipales". Sorpresa: resulta que los pilares clásicos del Estado del bienestar (educación, sanidad, pensiones, seguro de desempleo) son calderilla o no son protección social.
Pero lo esencial del asunto es que Gil Calvo es un fino, objetivo e imparcial analista político que califica de "cruzada inquisitorial" y de "reacción desproporcionada" por una "causa nimia" las críticas del PP contra el alcalde de Getafe, Pedro Castro, ese agudo intelectual que se ha preguntado coloquialmente "¿Por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?". Este insulto le parece al sociólogo "tan machista como desafortunado": o sea, que ha tenido mala suerte de que le hayan pillado, sino tal vez sería afortunado; y más importante que la estupidez es su genitalidad masculina.
Los políticos populares le parecen "profesionales en el arte del insulto político" con "ensañamiento" hacia pobres víctimas inocentes y cumbres de la educación, el escrúpulo moral y la inteligencia como ZP y Pepe Blanco. Nuestro pseudointelectual olvida que las trifulcas entre políticos son de lo más normal, y además suelen tener todos gran parte de razón en sus ácidas críticas mutuas; lo excepcional del caso es que el político, que normalmente babea, sonríe, promete y procura que no le crezca la nariz delante de los ciudadanos, en este caso insulta a los votantes del partido contrario.
La escuela de la elección pública investiga en profundidad acerca de la ignorancia racional de los votantes, sea cual sea la dirección de su voto. Pero llegado Gil Calvo, su tarea epistemológica puede darse por concluida: "Castro tenía razón: los madrileños son tontos al votar al PP contra sus propios intereses". El sociólogo da y quita razones y evalúa inteligencias. Es tan sabio que conoce los intereses de todos los madrileños que votan al PP, pobres engañados que no saben lo que les conviene (habla incluso de "intereses esenciales", nada de detallitos accesorios). Tal vez por llevar tantos años en eso de las encuestas los conoce personalmente y con precisión: da miedo. "Las clases medias bajas y los restos de la clase obrera (el antiguo cinturón rojo de Madrid) votan contra natura a la derecha". O sea que está en la naturaleza de una clase social a quién votar: la psicología evolucionista nunca llegó tan lejos. Y lo hacen "por la exitosa guerra cultural emprendida contra la izquierda progresista por el fundamentalismo neocon, que ha seducido al pueblo llano con su populismo campechano". Seductores y algo de memética, eso es lo que quiere el pueblo ahora, nada de pan y circo.
Los sociólogos suelen recurrir a impersonales y aburridas estadísticas en sus disertaciones, pero Gil Calvo prefiere el análisis personal contra la mala de su película, Esperanza Aguirre, "la Sarah Palin española", "una mujer de armas tomar que blande el lipstick para hacer creer a los electores que es una de ellos" cuando en realidad exhibe "ignorancia política" e "irresponsabilidad temeraria" destructiva. No queda claro si la ignorancia política es por falta de lecturas de filosofía política o por solamente haber ganado unas cuantas elecciones por mayoría absoluta; y la irresponsabilidad temeraria se refiere a las muy tímidas privatizaciones del Estado de bienestar en Madrid, que para Gil Calvo son doctrinarias (el colectivismo estatista no tiene nada de ideología o doctrina, nada de nada) e inaceptables, faltaría más.
Gil Calvo intenta heroicamente iluminarnos contra los poderes establecidos: "esa verdad como un puño es la que a Esperanza Aguirre no le conviene que se sepa, por lo que prefiere matar al mensajero para poder taparla". Intriga, misterio, asesinatos, mensajes interceptados: qué gran ficción. Hace tiempo confesaba nuestro "pensador" en una entrevista: "Una vez publicado, casi siempre me arrepiento de lo que escribo". No me extraña nada.
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