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Joan Valls

La banalización del bien

En España, el presunto traspaso de poder se hace mediante hecatombe mediática, que es la mejor manera de distraer al electorado.

Nos hicieron creer que el nacionalismo era la causa del problema y no la consecuencia. Nos presentaron un mundo infantil de dicotomías y jugaron el papel de poli bueno y poli malo ante un electorado ignorante y visceral. Pepesoe llamaron al invento. Antes fue el turno pacífico. Mañana quizá lo bauticen como gobierno de unidad. Apesta a banalización del bien.

La sociedad española parece haber asumido la existencia de un determinismo absurdo, como si no hubiera otra vida política más allá del híbrido pepesoe, el submundo nacionalista o los palmeros comunistas. Y, sin embargo, será difícil encontrar un momento más propicio que el actual para agrietar el búnker. La actitud de Rajoy tras el 9-M es tan descarada que ha dejado en evidencia todo el tinglado. No nos queda mucho tiempo antes de que la tierra vuelva a su cauce.

La banalización del bien ejecutada por este híbrido ha tenido efectos catastróficos. La ciudadanía ya no está interesada en el contenido del mensaje, sino en la fuente emisora, de ahí que la distinción entre el bien y el mal le resulte tan complicada a buena parte de los españoles y, a lo sumo, sólo se sea capaz de optar por el mal menor. Además, se observa la designación de la realidad a través de eufemismos cada vez más pueriles, así como una aceptación progresiva y progresista de categorías privilegiadas para ciertos grupos de la población. La banalización del bien es como la banalización del mal. El bien entendido como un ciudadano satisfecho, feliz e hipotecado, que acepta su reclusión en la esfera privada y desprecia cuanto ignora, algo a lo que los medios digitales y tradicionales han contribuido, a veces de forma involuntaria, virtualizando la nanoesfera pública.

Porque, en España, el presunto traspaso de poder se hace mediante hecatombe mediática, que es la mejor manera de distraer al electorado. Una gigantesca batalla campal que se moldea en las redacciones y se trasplanta a ciertas calles con fuegos artificiales. Pero ¿sirve para algo la denuncia de este híbrido antidemocrático si no va acompañada de acción, de la asunción de parcelas de poder? De forma inmediata, sí; a largo plazo, sólo genera frustración y abandono. La otra opción, el mal menor, es útil siempre y cuando no le levanten a uno ciertas barreras de autoengaño. El congreso búlgaro ha abierto muchos ojos, aunque el tiempo todo lo cura. Además, España es una de las oligocracias pioneras en el uso de la violencia demoscópica como arma para orientar el voto, como vimos en el 11-M y en vísperas del 9-M con un atentado de la banda terrorista vasca ETA harto previsible.

Para aquellos que deseen debatir sobre el híbrido pepesoe y las formas de combatirlo o civilizarlo, ya está disponible una nueva plataforma. Un modesto brasero junto al que analizar posibles soluciones en esta noche dulce, clara y sin viento que se nos avecina.

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