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Antonio José Chinchetru

Victoria parcial de la libertad

Si las protestas seguían creciendo, la condena a Erraji se podía convertir en un asunto muy incómodo para Mohamed VI, un monarca con una fama ganada a pulso de ser poco respetuoso con la libertad de expresión.

Fernando Díaz Villanueva, periodista de Libertad Digital, historiador y bloguero impertinente explicó en su bitácora de forma tan concisa como clara el caso de Mohamed Erraji: "Detenido el jueves, juzgado el lunes en sólo 10 minutos y condenado el martes a 2 años de cárcel. ¿El delito? criticar a Mojamé, y no mucho ni con demasiada mala sombra, la verdad". La continuación no es tan trepidante, pero casi: el jueves es puesto en libertad condicional y una semana después declarado inocente. Sin embargo, la buena noticia está empañada por un matiz muy importante. Erraji ha sido absuelto por un "vicio de forma".

Los tribunales no han decidido que Erraji tenía derecho a escribir lo que publicó, tan sólo han constatado lo que el juicio express al que fue sometido hacía sospechar. Durante el proceso no se habían respetado las mínimas garantías, comenzando con la asistencia de su abogado. La libertad de expresión sigue sin existir en Marruecos, o al menos continúa estando muy limitada. Da la impresión de que los jueces han buscado una salida digna que les permitiera acallar las protestas de dentro y fuera de Marruecos sin tener que poner en duda una legislación contraria a los más fundamentales derechos de las personas, entre los que se encuentra la libertad de expresión.

Tras la detención de Erraji se puso en marcha una tímida campaña para pedir su libertad en la que participaron unas 3.000 personas de diversos países. Este y otro tipo de protestas, como la huelga de hambre de algunos blogueros marroquíes, tuvieron su punto central en Marruecos, pero se extendieron a otros países, principalmente Francia, Canadá, Estados Unidos y España. Si las protestas seguían creciendo, la condena a Erraji se podía convertir en un asunto muy incómodo para Mohamed VI, un monarca con una fama ganada a pulso de ser poco respetuoso con la libertad de expresión.

Esta ha sido, sin duda alguna, una victoria de la movilización en internet a favor de la libertad. Pero tan sólo una victoria parcial. En Marruecos siguen vigente la normativa que permitió encarcelar a Erraji, y decenas de ciberdisidentes sufren prisión en varios países del mundo, entre los que destaca China. Mientras esto no cambie, y mientras haya gobiernos que controlan la red o incluso que impidan que los ciudadanos accedan a ella, internet estará todavía lejos de ser libre.

La libertad de expresión a través de la red no es más importante que por otros canales, como la prensa o las conversaciones tomando un café, pero su estado suele ser un buen termómetro para medir como se encuentra en los demás ámbitos de un país. Sin embargo, sí que es más peligrosa para los gobiernos autoritarios de todo signo, puesto que es más difícil de controlar que un periódico o una radio y permite que quienes antes tan sólo podían hablar con unos pocos ahora puedan hacer llegar su mensaje a miles.

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