Rusia y su escalada de provocaciones
Visto lo visto, ahora a nadie debería extrañar que Moscú trate de conservar su área de influencia con los mismos brutales medios con los que lo hacía en tiempos del Ejercito Rojo.
Lo que tenía que ser una inmediata retirada de las tropas rusas en Georgia se está convirtiendo en una escalada de provocaciones por parte de Moscú: este jueves, decenas de vehículos blindados y tanques del Ejército ruso han cruzado los límites de la región de Osetia del Sur y, según informan medios de comunicación locales, sus tropas han vuelto a ocupar la ciudad de Gori y el puerto de Poti, en el centro y oeste de Georgia. Además, las tropas rusas mantienen bajo su control las ciudades de Zugdigi y Senaki, en el noroeste del país, así como varias localidades menores. Así mismo, y para rematar su altanería, Moscú ha anunciado la congelación de toda cooperación con la OTAN "hasta nuevo aviso".
Lo cierto es que la escalada de provocaciones por parte de Moscú está siendo proporcional a la pusilánime reacción occidental ante su ocupación de Georgia. La condena retórica a la "desproporcionada intervención" rusa es un mero maquillaje a una condescendencia que, a su vez, se ha sumado al irresponsable reconocimiento por parte de EEUU y las grandes potencias europeas de la independencia de Kosovo. Aquello fue un irresponsable espaldarazo a un derecho de segregación que ahora Moscú ha respaldado manu militari en beneficio de Abjasia y Osetia del Sur para no perder su influencia en la zona.
Lo cierto es que es que son los aliados los que debían haber anunciado, nada más producirse el ataque ruso, no sólo la inmediata congelación de toda cooperación militar con Moscú, sino la apertura de negociaciones con Georgia y Ucrania para preparar su ingreso en una alianza militar que, como la OTAN, siempre ha tenido un carácter defensivo. La timorata negativa europea a abrir esas negociaciones en la pasada cumbre de la OTAN en Bucarest fue precisamente otro mensaje equivocado que envalentonó a Rusia y que le hizo comprender que nada tendría que temer de cara a impedir militarmente lo que, por parte del Gobierno georgiano, no había sido más que un intento de recuperación del pleno control de su territorio nacional.
Visto lo visto, ahora a nadie debería extrañar que Moscú trate de conservar su área de influencia con los mismos brutales medios con los que lo hacía en tiempos del Ejército Rojo.
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