Cree Gallardón que ha cosechado un triunfo
En segunda instancia se corregirá esta aberración, pero las intenciones del próximo líder de la derecha, digo del futuro, digo de la nada, han quedado claras.
“La Constitución no reconoce un pretendido derecho al insulto”, puntualiza la sentencia del escándalo, cima profesional de la juzgadora pues por ella se la recordará. Pero, ¿quién traza la frontera entre el insulto y la crítica política? La juzgadora. Pasa esto en un país con la justicia en estado comatoso, buscada (y encontrada) por los nacionalistas para su despiece, cercana a la indigencia en cuanto a recursos materiales y humanos, desprestigiada ante la ciudadanía como se encargan de revelar todas las encuestas, lenta lentísima, colapsada, inoperante, incoherente, incapaz de salvaguardar la vigencia de varios principios fundacionales (empezando por el de igualdad), secuestrada por un ejecutivo con el que ha recorrido los más polvorientos caminos.
Lo que le faltaba era abrir esta vía de control de la opinión, que a la juzgadora le parecerá muy razonable y justa, pero que, por alguna razón de peso (piense, piense), nadie se había atrevido a abrir en la historia de nuestra tortuosa democracia, rica en las más duras críticas porque el crítico modula sus palabras según la gravedad de lo que va aconteciendo en la vida pública. Y aquí ha acontecido de todo.
No tiene nada de extraño que le haya tocado el papel histórico de excitar la acción de la justicia en este caso a quien años atrás instaba el secuestro de publicaciones, el próximo líder de una derecha española a la que él va a borrar la identidad o lavar el cerebro: el PP no es de derechas, ¿vale? ¿Y español? Ya veremos, según y cómo. Quién se lo iba a decir a aquel secretario general de Alianza Popular.
Queda una gran duda y una corta reflexión. La duda se refiere a la conveniencia de que los opinadores sigamos diciendo lo que creemos; quiero decir los opinadores no progres ni nacionalistas, grupos exentos: es gratis ciscarse en la patria, señalar objetivos, inventar informaciones, urdir procesos inquisitoriales, causas generales contra el juez de la Audiencia que toca al magnate o el periodista incómodo que agita conciencias. Algunos seguiremos hablando claro, y sólo cambiará una cosa: lo haremos con más fuerza y con más ganas. Así que han hecho un pan como unas hostias. Si la duda era grande, como les decía, la reflexión es corta.
En segunda instancia se corregirá esta aberración, pero las intenciones del próximo líder de la derecha, digo del futuro, digo de la nada, han quedado claras. El ministro Sebastián, a quien el alcalde jamás sentará en un banquillo porque se adscribe formalmente a la izquierda, seguirá para siempre en la memoria esgrimiendo una foto de Corulla, lo cual, como es sabido, no ofende al Faraón. Cree Gallardón que ha cosechado un triunfo.
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