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EDITORIAL

El estado de nuestras tropas y el embarazo de la ministra

Esperemos que el estado de buena esperanza de la señora ministra no se convierta en una cortina de humo que oculte el desesperanzador estado en el que se encuentran nuestras Fuerzas Armadas

Una cosa es que el avanzado estado de su embarazo no sea obstáculo para que la ministra de Defensa visite nuestras tropas en el extranjero, y otra cosa, muy distinta, que estos viajes se conviertan en un acto propagandístico que tengan como centro de atención el estado de buena esperanza de la señora ministra.

A la luz de las propias declaraciones de Carmen Chacón a la revista Yo, Dona sobre su reciente visita a Afganistán, parece que el Gobierno está primando esos objetivos propagandísticos, más propios del Instituto de la Mujer o de un Ministerio de Asuntos Sociales que de un Ministerio de Defensa. Lejos de ahondar en los innumerables desafíos y peligros a los que se enfrenta nuestras tropas en el país islámico, la ministra pretende "que este viaje sea un símbolo contra la discriminación que sufren en España muchas mujeres embarazadas".

Por loable que sea la lucha contra la discriminación, la función de un ministro de Defensa –sea hombre o mujer– no es esa, sino velar por el buen estado, tanto anímico como material, de nuestras tropas, especialmente las que se encuentran destacadas en el extranjero.

En este sentido, más le valdría a la ministra fijar su atención –y la de los medios– en la falta de seguridad con la que operan los viejos vehículos blindados utilizados por nuestras tropas, que en combatir discriminaciones que no sean las que sufren las partidas de Defensa en los Presupuestos Generales del Estado.

Bien está que en su visita a Beirut la ministra haya dicho a nuestros soldados que son "la base y la garantía para la estabilidad y la paz, la bandera de la generosidad y la entrega". Sobre todo cuando esos ánimos y ese apoyo a nuestras Fuerzas Armadas provienen de una ministra de Defensa que no ha tenido –y sigue sin tener– reparos de llevar a gala un pacifismo que ignora que, a veces, es necesario librar guerras por la paz, por la libertad, por la estabilidad o incluso por esa igualdad de sexos que de forma sistemática viola ese integrismo islamismo al que Zapatero hace guiños con su alianza de civilizaciones.

Esperemos que ese respaldo de la ministra vaya acompañado de un esfuerzo presupuestario que modernice y dote de seguridad y recursos a nuestras tropas. Esperemos, en definitiva, que el estado de buena esperanza de la señora ministra no se convierta en una cortina de humo que oculte el desesperanzador estado en el que se encuentran nuestras Fuerzas Armadas.

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