Adiós, titiritera, adiós
Nadie del mundillo digital echará de menos a Rodríguez Salmones, la orgullosa receptora de una Medalla a la Lucha contra la Piratería otorgada por la SGAE en 2005.
Parece que al fin Beatriz Pérez Salmones dejará de encargase de Cultura en el Congreso, de modo que cesará en sus funciones oficiales de defensora de la SGAE y demás organizaciones del culturetariado. Lo siento por los pobres militares, porque no creo que encuentren en ella alguien que los defienda. Sospecho que cuando uno es progre, como sin duda lo es Rodríguez Salmones, lo es en todo. De hecho, lo único que le recuerdo a la flamante portavoz en lo que se refiere a Defensa es su intento de maquillar la venta de armas al Gobierno colombiano del Ejecutivo de Aznar para hacerla más presentable a la progresía, en lugar de defender con orgullo que España ayude a un país democrático a acabar con el cáncer narcoterrorista que lo carcome.
En todo caso, no parece muy acertado que Soraya Sáenz de Santamaría le otorgue el premio de una portavocía a quien tuvo como momento álgido de la pasada legislatura una crítica feroz no a la política de Zapatero, Calvo y Molina, sino a sus compañeros en el Senado. Porque no sé si ustedes recordarán que, tras el voto favorable de los populares a la supresión del canon en la Cámara Alta, Salmones optó por tratarlos básicamente como idiotas que se habían equivocado al votar. "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", gritó a los cuatro vientos. Pero cuando Dios –es decir, Rajoy– la corrigió y obligó a decir digo donde decía Diego, no optó por el camino noble de la dimisión, y ahí que se quedó restando credibilidad a la nueva postura del PP respecto del canon.
Nadie del mundillo digital echará de menos a Rodríguez Salmones, la orgullosa receptora de una Medalla a la Lucha contra la Piratería otorgada por la SGAE en 2005. Algunos perderemos una buena fuente de columnas indignadas, pero a cambio la ganará el GEES. Sin embargo, seguro que en las filas de los defensores del canon se echará de menos a tan comprometida guerrera, que había permanecido en su puesto en primera línea de combate nada más y nada menos que 12 años. O quizá no; al final, cuando el debate de ideas llegó a la opinión pública y, sorprendentemente, a los dirigentes del PP, los titiriteros –y disculpen si les molesta el apelativo, o no– descubrieron que ya no servía de nada tenerla a su servicio.
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