Celestino
Después de aquella conversación nuestra relación ya nunca sería igual: jamás volvió a fiarse de mí.
Es curioso, la primera imagen que me vino a la mente al saber que Celestino Corbacho iba a ser ministro de Trabajo no fue su cara, sino la de R. Es curioso, sobre todo, porque hace más de veinte años que no he vuelto a tropezarme con él. Por lo demás, ahora, amén de millonario y alto cargo institucional, R. es, junto con Montilla, Iceta, Zaragoza y el propio Corbacho, uno de los integrantes de ese sanedrín que controla con puño de hierro el PSC. Pero, por aquel entonces, todo lo que llevaba en el bolsillo jamás alcanzaba para pagar la segunda Voll Damm, así que siempre había que invitarle.
Como decía, ayer, mientras el tipo del Telediario escondía a la audiencia que el señor ministro no tiene el bachillerato, di en recordar la escena. Al igual que todas las noches, estábamos acodados en el bar de la esquina de Bruc con Diputación, que no otra era la verdadera sede "nacional" de las Juventudes Socialistas.
– Vamos a constituir otra sociedad mercantil, una moto que se llamará Iniciativas y Programas – me explicó mientras vertía en un vaso de tubo otra cerveza que también me tocaría pagar.
– ¿Y...? – respondí yo.
– Nada, que he pensado que tú podrías ser uno de los socios fundadores – aclaró.
– ¿Estás insinuando que aparezca mi nombre y mi número de D.N.I. en uno de esos chiringuitos que
montáis desde la Secretaría de Finanzas – inquirí.
– Exacto, eso es lo que te estoy diciendo – continuó R.
– Ni en broma. Olvídate del asunto – concluí.
Después de aquella conversación nuestra relación ya nunca sería igual: jamás volvió a fiarse de mí.
En fin, ocurre que el busto parlante no sólo olvidó mencionar el detalle del bachillerato. En la hagiografía oficial de Corbacho tampoco explicaría al respetable que mi empresa lleva más de quince años adjudicándose en exclusiva decenas de concursos de obras y servicios en el Ayuntamiento de Hospitalet del Llobregat, prácticamente el único cliente que ha conseguido desde su fundación. Como tampoco acusaría recibo de la muy asombrosa historia de su hermana gemela, la Cooperativa de la Construcción del Baix Llobregat.
También constituida por militantes socialistas y felizmente agraciada con otro sinfín de asignaciones de concursos públicos en exclusiva por el único cliente conocido de ambas, esa cooperativa llenó de millones los muy privados bolsillos del alcalde Montilla y su igual Corbacho. En concreto, en 1995, les regaló catorce millones de pesetas a cada uno. Fue cuando el compañero-gerente donó a todos y cada uno de los alcaldes-compañeros-clientes, así como a sus respectivos concejales de urbanismo-compañeros-clientes, un décimo completo que resultaría premiado con el segundo premio del Sorteo de Navidad.
Por cierto, R. es un calvo integral, clavadito al del anuncio.
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