Zapatero vivaespaña
Los que echaban chiribitas cuando sonaba el himno nacional en las concentraciones contra la negociación con ETA y querían prohibir que se oyera fuera de los actos oficiales están a punto de cantar "Qué viva España" como los turistas en los viejos tiempos.
La prueba de que el talón de Aquiles del PSOE zapaterino era y es la cuestión nacional se encuentra en el discurso de investidura de ZP. No en el fondo, que no lo tiene limpio, sino en la forma. Si el candidato compuso el hilo de su perorata con el latiguillo "mi idea de España" y pronunció el nombre de la nación discutida y discutible tantas veces como pudo no fue porque sufriera un repentino ataque de patrioterismo a lo Bono, sino por cubrir ese flanco débil suyo. Para mí que se podía haber ahorrado todo lo demás, a fin de cuentas, perfectamente prescindible, y haber entonado una España interminable como los locutores deportivos cantan los goles.
La entrada de España en el vocabulario zapaterino no es estricta novedad, pues empezó a introducirla hace algún tiempo. Justo cuando se vio obligado a arrinconar la bandera de "la paz" que cubría sus componendas con la ETA. Aquel bombardeo publicitario del "Gobierno de España", que aún persiste a cuenta de nuestros bolsillos, fue sólo el rodaje de la reconversión que culminaba en el discurso. No obstante, causó tal sorpresa que la prensa se entretuvo en contar el número de veces que articulaba el término tabú. Fueron sesenta. Suficientes para que un diario deseoso de contribuir al éxito del truco se inventara un "ribete jacobino".
Los que echaban chiribitas cuando sonaba el himno nacional en las concentraciones contra la negociación con ETA y querían prohibir que se oyera fuera de los actos oficiales están a punto de cantar "Qué viva España" como los turistas en los viejos tiempos. Van a gastarle el nombre. Y van a seguir desgastando a España mientras pronuncian España a cada paso. Desmontarla mientras se la menta a tutiplén es un plan muy cuco. Un plan para el que puede salirle colaboración involuntaria.
Pues resulta que ahora que Zapatero repite España como un loro y que le plagia al PP "la idea de España" ("¡usted no tiene una idea de España!", le reprochaba Rajoy en los debates), hay en la oposición quienes desean emprender un viaje en sentido contrario. Abogan por pegarse al terruño, por defender la taifa, por aproximarse al "nacionalismo moderado", criatura de ficción donde las haya, y, en suma, por meter el discurso nacional en la trituradora. O sea, por dejar que sea el nuevo avatar de ZP quien lo haga.
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