Zapatero de puntillas
En su discurso de investidura, el presidente ha pasado de puntillas sobre los grandes asuntos nacionales tras haber desplegado en todos ellos la más nauseabunda demagogia, el populismo más tercermundista y el sectarismo más frentista.
En su discurso de investidura, el presidente ha pasado de puntillas sobre los grandes asuntos nacionales tras haber desplegado en todos ellos la más nauseabunda demagogia, el populismo más tercermundista y el sectarismo más frentista.
Dado el juego de dos fuerzas simultáneas y a veces antagónicas –la del PSOE y la del ajuste a cada territorio–, su partido ha incurrido en contradicciones flagrantes que se irán viendo con el tiempo. Algunas se ven ya, como el problema del agua en Cataluña, donde el presidente Montilla y el PSC abordan las carencias provocadas por la sequía sorteando la infinita demagogia sembrada para, por y desde la derogación del PHN.
Tampoco puede salir muy airoso Zapatero hablando de la lucha contraterrorista, por razones similares. Retirar formalmente aquella mano que tendió a la ETA el Parlamento sería tanto como reconocer el grave error cometido. Por eso se ha negado siempre a hacerlo. Solución: lo dicho, pasar de puntillas; poner a un segundón a declarar que con las nuevas Cortes se tiene lo anterior por derogado. Barbaridad jurídica muy propia del segundón, peleado con el derecho y con la lógica, pero muy imaginativo con la propaganda.
Tampoco es decoroso concretar acciones de emergencia en política económica cuando la crisis que las justifica ha sido tozudamente negada, incluyendo acusaciones de antipatriotismo contra quienes osaban reproducir los datos y conclusiones de informes especializados. Faltará pues, de nuevo, el reconocimiento del error, que conduciría inevitablemente a la búsqueda y denuncia de sus motivaciones. Y ahí siempre llegamos a lo mismo. La política de gasto público, clientelar e irresponsable, basada en un superávit moribundo, era la menos adecuada para abordar la crisis, pero la más rentable electoralmente.
Y así podríamos seguir con todos los asuntos polémicos de la anterior legislatura. Las provocaciones anticatólicas presentadas en envoltorios que iban del peregrino aumento de los derechos al guiño de debates que pronto iban a abrirse: el aborto, la eutanasia. Convirtiendo de paso en icono progre a un triste doctor acusado de mala praxis por sus colegas. Yerra Montes si cree que aquel abrazo electoral del presidente significa algo más que una foto para alimento de sectarios descerebrados. Otro tanto cabe afirmar de la memoria histórica: la verdadera intención política de la iniciativa ha sido denunciada por primera vez por alguien ajeno al PP, Jordi Pujol, que ya podía haber hablado antes del 9-M.
De puntillas, en fin, rozando apenas la superficie de lo que fueron los grandes asuntos de la anterior legislatura, cubrirá Zapatero el expediente. No sin escenificar de forma puramente gestual (sin contenidos reales) una leve disposición al acercamiento al PP, repentinamente liberado del cordón sanitario. Veremos por cuánto tiempo.
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