Colabora
Cristina Losada

Zapatero, esa incógnita

Inútilmente. Rajoy, que votó contra Zetapé cuando era nuevo en el barrio y estaba por estrenar, una vez que ha tenido tiempo de catarlo, le concede el beneficio de la duda. O sea, que va a ser ahora cuando Zapatero puede dar la sorpresa y "rehabilitarse".

Los partidos que habían sido más críticos con la política de Zapatero han anunciado que van a escuchar atentamente su discurso de investidura de este martes para decidir si votan en contra, se abstienen o sabe Dios. Esa espera que se han impuesto el PP y UPyD constituye una extraordinaria muestra de prudencia. Tan excepcional que equivale a una señal de confianza. De una confianza envidiable en la palabra del dirigente socialista. Y también insólita, dada la circunstancia de que Zapatero ha faltado a ella a lo largo de los últimos cuatro años. Es más, casi no ha hecho otra cosa.

Uno pensaba que ZP había agotado la confianza de los diez millones y pico de personas que votaron al PP y de las trescientas mil quinientas que optaron por UPyD. Pero se ve que entre los dirigentes de esos partidos no ha debido de extinguirse un último rescoldo de fe en el triunfador del 9-M. Pues fe se necesita para esperar que el presidente imprima un giro copernicano a su personalidad y a su política. No hay manera de fundar la expectativa en tal milagro en la experiencia.

UPyD no existía en 2004, pero el PP sí, y entonces votó en contra de la investidura de Zapatero porque, como dijo Rajoy el otro día, intuyó "por donde iban a ir los tiros". Sin embargo, es pasada o sufrida una legislatura cuando el líder popular no tiene la menor idea del rumbo que va a tomar el susodicho. "Se desconocen cuáles son las verdaderas intenciones de Zapatero", declaró el de Pontevedra. Y ya puede esperar sentado a que se las comunique. Pero ¿no habían permanecido cuatro años a la vista? Inútilmente. Rajoy, que votó contra Zetapé cuando era nuevo en el barrio y estaba por estrenar, una vez que ha tenido tiempo de catarlo, le concede el beneficio de la duda. O sea, que va a ser ahora cuando Zapatero puede dar la sorpresa y "rehabilitarse". ¡Como si las urnas le hubieran castigado! Como si el presidente en funciones fuera una gran incógnita que sólo se despejará cuando suelte su segundo discurso de investidura.

Así las cosas, hay que preguntarse qué tenía de malo el primero, el que pronunció en abril del 2004, porque el Gobierno de las Maravillas está enterito en él, con su promesa de "diálogo, entendimiento y encuentro"; su "lucha sin cuartel contra el terrorismo"; su atención a las víctimas; su Pacto Antiterrorista "vigente" que había que ampliar; su "respeto" por lo que habían hecho el anterior gobierno y todos los demás; su canto a la Constitución; su apoyo a las reformas estatutarias que no fracturen; sus medios de comunicación públicos liberados del control gubernamental; su Pacto de Estado sobre la Inmigración; su control de las fronteras; y tantos otros propósitos lindos, dulces y falsos, que a buen seguro reiterará este martes.

Pues nada. Si los principales adversarios de Zapatero van a juzgar sus designios por lo que diga en el debate de investidura y no por lo que ha hecho durante cuatro años, corre serio peligro la oposición. A poco que derrame el almíbar de las buenas intenciones, tendrán que votarle.

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