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Víctor Llano

El humo de un asesino muy sentimental

Dentro de poco nos dirán que si fusiló a mansalva lo hizo llorando por compasión por todos los que ejecutó sin ofrecerles la más mínima posibilidad de defensa. Hoy, como desagravio, les vende tostadoras a sus nietos.

Todas las noticias que llegan de la isla de los cien mil presos nos informan de que el nuevo coma-andante ofrece móviles, tostadoras, ordenadores, tierras, noches en hoteles y humo, mucho humo con el que tapar la represión que les permite mantenerse en el poder. Menos las tierras, que no se cultivaban en un país en el que se pasa mucha hambre, y el humo, que es gratis, todo lo otro lo cobra muy caro con intención de aumentar el capital que quiere dejarle a sus herederos.

Como su máximo líder, Raúl Castro, Ramiro Valdés y sus generales aspiran a morir en el poder y multimillonarios. No se conforman con ser menos que el canalla que durante casi medio siglo asumió como propios gran parte de sus crímenes. Y parece que cuentan con el favor de todos los que se prestan a propagar la patraña de que algo está cambiando en Cuba. Ahora nos quieren vender que el heredero es un tipo sensato, eficaz y sentimental. Dentro de poco nos dirán que si fusiló a mansalva lo hizo llorando por compasión por todos los que ejecutó sin ofrecerles la más mínima posibilidad de defensa. Hoy, como desagravio, les vende tostadoras a sus nietos. No otra cosa podíamos esperar de un asesino en serie del que cuentan que cuando bebe más de la cuenta le da por llorar.

Aunque no podemos saber hasta cuándo le servirá el humo a Raúl Castro, no nos sorprendería que, teniendo 77 años y tanto alcohol en el hígado, le alcanzara para morir rodeado de su familia. Incluso de su hermano
que, por poco que se cuide, lo entierra. Siempre creí –pobre de mí– que cuando se muriera Castro no tardaría en poder viajar a La Habana. Hoy ya no estoy tan seguro. Puede que me equivocara en la singularización. Eso sí, por lo que ya no esperaré es por la muerte de Ramiro Valdés. Al menos uno de los tres ha de ser encarcelado por sus crímenes. No todos disfrutarán de la suerte de Eusebio Leal
, que acabará en un manicomio mucho menos siniestro que Mazorra.

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