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Pedro de Tena

La activista del consenso

Si no consensúas con el PSOE lo que el PSOE ya ha decidido que es lo bueno para todos, serás un radical, un reaccionario, un extremista e incluso, si es menester, un fascista.

Así se ha autocalificado la nueva presidenta del Parlamento de Andalucía, Fuensanta Coves, hasta ahora consejera de Medio Ambiente de la Junta que preside Chaves y que ha actuado como ha actuado en el caso del New Flame y otros casos. La verdad es que la expresión es ambigua y que el consenso, al igual que tiene sentido en los grandes temas de la organización política y social de un país, tiene sus inconvenientes en cuanto puede convertirse en losa capaz de aplastar toda verdad, toda discrepancia y toda crítica. Pero en el caso andaluz es difícil creer que el PSOE, y Fuensanta Coves tiene el carnet, entienda siquiera lo que es el consenso.

El consenso, para la oligarquía socialista que gobierna al Sur, consiste en que la oposición acepte sin rechistar el proyecto de nación, de Estado y de sociedad que ellos, desde su infinita sabiduría e ingeniería social planificadora, han concebido, of course, razonada y científicamente, como corresponde a sus genes ideológicos. La táctica es partir siempre de hechos consumados y desde ellos, instaurar una operación de maquillaje que haga aparecer como "consenso" lo que no es otra cosa que imposición pura y dura de la propia mayoría. Es decir, si no consensúas con el PSOE lo que el PSOE ya ha decidido que es lo bueno para todos, serás un radical, un reaccionario, un extremista e incluso, si es menester, un fascista.

Pongamos un ejemplo cuyo parecido con la realidad sea mera coincidencia. A ver. Se reúne un sanedrín socialista en España y acuerda: "Necesitamos resolver el problema de España (o sea, que no vuelva a gobernar España nadie más que el Partido Socialista) y eso se consigue con la alianza socialista-izquierdista- nacionalista. Pero como tal cosa implica ceder en asuntos claves ante los nacionalismos catalán y vasco, es preciso que diseñemos el procedimiento.

El nacionalismo sube un escalón hacia la independencia y nosotros nos aseguramos el Gobierno durante 20 años. Pero tal operación implica que los andaluces no se salgan de madre como en 1982, porque detrás de ellos van todos los demás. A ver, Manolo, tu tarea es la siguiente: hablar poco de Cataluña, marear la perdiz, hacer el paripé de una reforma estatutaria sin chicha ni limoná, cantar a los cuatro vientos que tu reforma es de primera y echar incienso sobre la palabra "consenso" hasta emborrachar a los recalcitrantes de la derechona.

Pero es tan evidente que Zapatero y sus muchachos se han cargado todos los consensos esenciales de la democracia española que hay que vestir el muñeco, o sea, mentir . Hay que presentar tu reforma –Juan Luís, ya sabes, y los demás–, como ejemplar y tapar el marrón del Estatut. El que no esté de acuerdo, es que no quiere el consenso. No es demócrata. No es razonable. O sea, es conflictivo. Es decir, ansía la bronca. O más claro aún, es un facha, un nacionalista español, un franquista. Y en caso de necesidad, se saca otra vez lo del artículo 151 y se acusa a los disidentes de traidores a Andalucía. ¿Tomas nota, Manolo?

Pero, Pepe Luís, dice Manolo, es que los hechos son tozudos. Tengo aquí unos apuntes de Hanna Arendt, de cuando yo estudiaba, que fíjate lo que dicen: "Vista con la perspectiva de la política, la verdad tiene un carácter despótico. Por consiguiente, los tiranos la odian, porque con razón temen la competencia de una fuerza coactiva que no pueden monopolizar, y no le otorgan demasiada estima los gobiernos que se basan en el consenso y rechazan la coacción. Los hechos están más allá de acuerdos y consensos, y todo lo que se diga sobre ellos –todos los intercambios de opinión fundados en informaciones correctas– no servirá para establecerlos. Se puede discutir, rechazar o adoptar una opinión inoportuna, pero los hechos inoportunos son de una tozudez irritante que nada puede conmover, exceptuadas las mentiras lisas y llanas."

Joder, Pepe Luís, es que el Estatut es un hecho inoportuno y antes o después se va a saber la tostá. Prefiero, primero, llegar a algo sólido con los comunistas por si acaso las arenas se tornan movedizas y Argantonio Rojas Marcos resucita. Por lo menos el consenso alcanzará al 60 por ciento de la representación política.

Bueno, hazlo como quieras, pero, Manolo, nuestro Jesús del Gran poder, con su cruz del sur, nos ayuda, fustiga a los filisteos y el espíritu del consenso se extenderá sobre la tierra andaluza. Por cierto, cuando anuncie el asunto de la ETA, ya sabes, la negociación y la autodeterminación, el primero tú: a darme el apoyo. Y a acusar al PP de no querer el consenso.

Y hasta aquí el cuento. El cuento chino que nos contaron todos los días hasta que llegó Javier Arenas, aceptó el reto, invirtió la tendencia, reformó el Estatuto andaluz hasta el punto de hacerlo constitucional –al catalán no lo hace constitucional ni la Virgen de Montserrat– y reventó el truco.

Frente a esta y otras artimañas, está el verdadero espíritu de consenso, el que se requiere para las grandes ocasiones históricas de Estado, el saber renunciar a lo propio, a lo partidario, para alcanzar lo común y solidario en una democracia liberal y una sociedad abierta. Pero ese espíritu sólo lo ha tenido, desde la transición, un grupo reducido de españoles de bien que, desde 1979, fueron considerados majaras de la decencia y de la rectitud. Aún hoy, ser honrado y probo parece cosa de tontos o de ingenuos ante esa oligarquía que empuña la razón monstruosa, dicen que histórica, para justificar toda fechoría. Razón es pues lo que ellos poseen. Nadie más.

¿Consenso? Sí, tras haber defendido limpia, claramente y argumentadamente las posiciones propias. Lo contrario no es consenso, es suspenso: suspenso en honestidad política y asenso ante el cómo sea de este nihilismo oportunista que nos invade y debilita. Por ejemplo, señora presidenta del Parlamento andaluz, ahí tiene Canal Sur TV. Su partido sabe que necesita los tres quintos de la Cámara andaluza para elegir director general y que ello implica "consenso" con el PP. Pero en la ley que su partido hizo, se prevé la posibilidad de que en caso de desacuerdo, el PSOE imponga a su candidato por mayoría absoluta.

¿Qué hará usted? Esperamos que su condición de "activista del consenso" descubra que es malo para los intereses generales de los andaluces y andaluzas el que su partido, el PSOE imponga al director de la Radio y Televisión Andaluza como ha hecho en los últimos 18 años sin que, por cierto, usted levantara la voz. ¿La levantará ahora? ¿Cómo, si en calidad de socialista sureña está convencida de que el partido que gana las elecciones debe ocuparlo todo, dirigirlo todo, intervenirlo todo y manejarlo todo? Habrá que verlo.

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