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Agapito Maestre

Conciencia cínica

La crítica política que en otros lugares funciona con relativa normalidad, es decir, tiene efectos más o menos inmediatos, aquí ha desaparecido.

400 euros por un voto. Esa es la concepción de la "democracia" de Rodríguez Zapatero. Es difícil hallar en Europa un gobernante con menos escrúpulos ilustrados que Rodríguez Zapatero. Es imposible encontrar un político que mienta tanto desde una supuesta conciencia ilustrada. Moderna. Se diría que el presidente de España ha hecho del cinismo clásico, o sea, de decir lo contrario de lo que piensa un ideal para él inalcanzable. Ojalá este hombre redujera su tarea de engaño a ese tipo de cinismo. No, su cinismo va más lejos. Es aún más peligroso, porque niega lo contrario de lo que dice y hace. Terrible. Rompe toda lógica. Ya es malo que alguien nos engañe intentado persuadirnos de algo en lo no cree, por ejemplo, hablar de "educación para la ciudadanía", "alianza de civilizaciones", etcétera, pero es muchísimo peor que, una vez descubierto su bellaquería, la niegue, o peor, atribuya su maldad a "ciudadanos" malpensados.

El último ejemplo destilado por su falsa conciencia resulta de libro. Es todo un arquetipo de algo que viene sucediendo en España desde el 11-14 de marzo de 2004 hasta hoy. En efecto, su propuesta de atraerse el voto de los españoles a través de la promesa de una extraña "devolución" de 400 euros a cada contribuyente este año ha sido criticada por ciudadanos y personas cualificadas, incluidos algunos socialistas y comunistas, como una manera "tradicional" de comprar el voto, pero el presidente del Gobierno ha salido inmediatamente no tanto para negar tal pretensión cuanto para acusar a sus críticos de malos ciudadanos. ¿Quién puede pensar, dice Rodríguez Zapatero, en que yo trato a los españoles como menores de edad, o peor, como si no fueran ciudadanos? He ahí el ejemplo máximo de falsa conciencia: responsabilizar a la víctima de su dolor. Niega hasta la posibilidad de ser criticado. Es el cinismo redoblado.

Él, el presidente del Gobierno, la conciencia sucia de una alevosa ilustración, alguien que se considera en posesión de la verdad sólo por llamarse progresista, persiste en perseguir a quien lo critique. Este cinismo sería imposible en determinadas sociedades democráticas. No es el caso de la española. No digo que existan sociedades sin mentiras, engaños y falsificaciones; por supuesto que eso está a la orden del día en las democracias occidentales, pero a la vez también hay rectificaciones, castigos para el infractor en forma de ceses, dimisiones y rechazo de millones de electores. Aquí, sin embargo, la crítica de la "razón cínica", por decirlo en términos nietzscheanos, no es que no funcione, sino que no existe. Basta leer la prensa para hacerse cargo de la inmoralidad ambiente.

La crítica política que en otros lugares funciona con relativa normalidad, es decir, tiene efectos más o menos inmediatos, aquí ha desaparecido. La irregularidad, la contradicción, el engaño y la mentira han sido elevadas a norma Lo ominoso es aceptado como algo corriente y normal; incluso el jefe de la oposición, y por supuesto cientos de dirigentes, mantienen que otras sociedades no aguantarían las mentiras de Rodríguez Zapatero, pero la gente no sólo no se solivianta sino que lo acepta con "normalidad".

¿Por qué es posible todo eso? ¿Por qué es posible que un presidente del Gobierno tan evidentemente cínico no baje en las encuestas? ¿Por qué una campaña socialista basada en el cinismo más atroz tiene tantos réditos en las encuestas de opinión? Porque vivimos en una sociedad envilecida. Podrida. Rodríguez Zapatero es su mejor producto.

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