El dudoso pedigrí republicano de McCain
Existe un lugar en la política americana para los moralistas que piensan en términos tan simplistas y maniqueos: el Partido Demócrata.
En 2004, uno de los socios más íntimos de John McCain, el asesor político John Weaver, conversó con el demócrata John Kerry sobre la posibilidad de que el republicano figurara como vicepresidente en su candidatura. En Sin excusas, las memorias de Bob Shrum sobre su papel en numerosas campañas presidenciales, inclusive la de Kerry, Shrum cuenta que Weaver aseguró a Kerry que "McCain iba en serio acerca de la posibilidad de formar equipo con él", y por tanto Kerry contactó con McCain. Sin embargo, éste estaba más ocupado en conseguir la candidatura republicana de 2008.
¿Pero fue absurdo por parte de Kerry pensar que McCain se podría sentir cómodo en una lista electoral demócrata? Desde luego que no.
En el debate de New Hampshire transmitido por la cadena de televisión ABC, McCain decía: "¿Por qué no vamos a poder reimportar medicinas de Canadá?" Sin embargo, la respuesta de un conservador es que eso equivale a importar los controles de precios canadienses, lo que supone un gran paso hacia un sistema en el que algunas medicinas no serían caras, aunque muchas otras –por ejemplo, las nuevas fórmulas paliativas del dolor que ayudan a prolongar la vida– serían inasequibles. Que los precios de los fármacos se fijen mediante decretos estatales y no a través de las fuerzas del mercado produce enormes reducciones en la financiación de la investigación y del desarrollo de nuevos medicamentos. El objetivo evidente de McCain es reducir el margen de beneficio de las farmacéuticas. Si aquéllos fueran eliminados por completo de la factura nacional de sanidad, el componente farmacéutico de esa factura sólo disminuiría del 10% al 8%. Sin embargo, la innovación se detendría, cobrándose un coste terrible en sufrimientos innecesarios y muertes prematuras. Hasta que McCain no explique a los votantes todo esto no estará realmente hablando con claridad.
Hay personas inteligentes y decentes que creen que la equidad, la eficiencia o ambas cosas son con frecuencia satisfechas gracias al establecimiento de los precios por parte del Estado. En los Estados Unidos, a las personas que piensan así se las denomina demócratas.
Dado que McCain es un "inconformista" (elogio reservado por los medios de comunicación a los republicanos que rechazan algunos importantes principios de su partido), sería un presidente conciliador. En efecto, ha trabajado con Ted Kennedy en la reforma de las leyes sobre inmigración, con Russ Feingold en la restricción de la libertad de expresión política (Ley McCain-Feingold) y con Kennedy y John Edwards, un abogado litigante con tendencia a la expansión de las posibilidades para iniciar pleitos, en la "Ley de Derechos del Paciente".
Sin embargo, McCain es inverosímil como conciliador, ya que le falta tiempo para denigrar las motivaciones, y por ende el carácter, de quienes le llevan la contraria. Acusa con excesiva frecuencia a los demás de "corrupción", cuya omnipresencia justifica, según él, la amplitud de la regulación por parte del Estado de la cantidad, el momento y el contenido de los mensajes de las campañas electorales introducida por la ley McCain -Feingold.
McCain afirma que nominaría a jueces semejantes a Antonin Scalia, Clarence Thomas, John Roberts o Sam Alito para el Tribunal Supremo.
¿Es eso probable cuanto los cuatro consideran que su gran logro legislativo es sospechoso de inconstitucionalidad?
Cuando el Tribunal Supremo respaldó por cinco votos contra cuatro la ley McCain-Feingold, Scalia y Thomas se encontraban en minoría. Eso fue antes de que Alito reemplazase a Sandra Day O'connor, que se había alineado con la mayoría. Dos años más tarde, McCain presentó su propia petición de supresión del anuncio de un grupo pro-vida en Wisconsin porque mencionaba el nombre de un candidato a un cargo federal durante el período de silencio previo a unas elecciones. Con Alito en la mayoría, el tribunal desestimó por cinco votos contra cuatro la solicitud de McCain.
En el debate de New Hampshire, McCain afirmó que la corrupción es la causa de que en la actualidad los medicamentos no puedan ser reimportados de Canadá. El motivo, "el poder de las farmacéuticas". Cuando Mitt Romney le contestó: "No conviertas a las farmacéuticas en los malos de la película",McCain respondió: "Bueno, es que lo son".
Existe un lugar en la política americana para los moralistas que piensan en términos tan simplistas y maniqueos: el Partido Demócrata. Allí, los que hablan como como McCain no son considerados rebeldes, sino referentes.
Se supone que los republicanos evitan difamaciones demagógicas cuando se refieren a asuntos económicos complejos. Pero el aplauso se lo ganan los del falso "hablar claro", que tildan de "malos" a los empresarios responsables de que, por ejemplo, la polio ya no sea una plaga, que la leucemia infantil ya no sea una condena a muerte, que la depresión y otras enfermedades mentales sean males tratables y que la cifra de ataques al corazón y fallos cardiacos haya sido reducida a más de la mitad en 50 años.
Al mismo tiempo que McCain y Joe Lieberman proponían una ley que dotaba al Congreso de poder para regular totalmente las emisiones de gases de efecto invernadero que emiten las industrias norteamericanas, a fin de de "evitar el catastrófico calentamiento global", ambos firmaban conjuntamente un artículo de opinión que rebosaba de intolerancia McCainita contra quienes discreparon. Decía que un informe del grupo de la ONU "coloca el último clavo en el ataúd de la negación del problema del calentamiento global". Aludiendo a la cuestión de si la actividad humana provocaba ese catastrófico calentamiento, ellos decían, "el debate ha terminado".
Es interesante que nadie considere necesario insistir en que "el debate ha terminado" cuando se trata de si la Tierra es o no redonda. La gente se empeña en que un debate concluya sólo cuando teme lo que podría descubrir si la discusión continuase.
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