Lucha contra ETA y Estado de Derecho
Desde el día 22 de diciembre de 1977 el Gobierno me puso escolta por haber tenido la osadía de defender el derecho de Navarra a conservar su identidad en el seno de la nueva España libre y democrática.
Último discurso parlamentario de Jaime Ignacio del Burgo
Cualquiera que haya sido nuestra discrepancia con el Gobierno en la lucha contra ETA, el Grupo Popular ha expresado siempre su pleno apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Desde la instauración de la democracia tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil han sido objeto permanente de la furia criminal de la banda terrorista. El gran número de asesinados por ETA pertenecientes a ambos cuerpos policiales demuestra hasta qué punto se han cebado contra ellos las alimañas que se creen con derecho a eliminar a cuantos rechazan sus objetivos políticos y condenan de raíz sus métodos liberticidas.
Esta actitud de afecto y admiración sin límites hacia quienes –como los guardias civiles Fernando Trapero y Raúl Centeno, últimos asesinados por ETA– perdieron su vida para garantizar la integridad física y la libertad de los demás nos lleva a proclamar que jamás nos encontrarán en el camino cuantos, en una actitud de cínica e hipócrita equidistancia, dicen condenar toda actuación violenta, venga de donde venga, para al final prestarse a servir de instrumento propagandístico de la banda terrorista.
Señorías, no hay ninguna equidistancia entre la actuación de los asesinos y la de los garantes de la libertad. Entre otras cosas porque no existe ningún conflicto vasco. El único conflicto es el provocado por una banda de asesinos que ha declarado la guerra a la sociedad democrática y de forma totalitaria se atribuye la representación del pueblo vasco para mancillar su buen nombre. ETA es el único déficit democrático del País Vasco, la única torturadora de nuestra sociedad.
Señorías. La violencia en el País Vasco acabará de un plumazo si los terroristas aceptan las reglas del juego democrático y reconocen que nadie les ha dado licencia para matar a sus semejantes. Y mientras eso no ocurra o, mejor dicho, para que eso ocurra cuanto antes las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado deben continuar su infatigable y abnegada labor y contar con el respaldo de la sociedad.
Dicho lo anterior debo hacer una precisión. La lucha contra el terrorismo ha de ajustarse en todo momento a las exigencias del Estado de Derecho. No hay atajos en la lucha contra el terrorismo. Por eso la actuación de los cuerpos policiales ha de respetar siempre los derechos fundamentales de todos por mucha que sea la chulería provocadora de los terroristas que, en el colmo del sarcasmo, no dudan en aplastar los derechos de sus víctimas para después ser los primeros en reclamar respeto para sus propios derechos. Quede claro que en España no puede haber lugar para la tortura. Pero si hubiera alguna extralimitación los tribunales de justicia son los únicos encargados de juzgarla y, en su caso, condenarla. Mientras eso no ocurra la presunción de inocencia –que es un derecho fundamental de nuestra Constitución– ampara a quienes arriesgaron su vida en una acción policial como la llevada a cabo el día de Reyes que –no lo olvidemos– ha permitido evitar una nueva masacre en Madrid.
Señorías. Es bien sabido que el manual de instrucciones de los etarras incluye la obligación de denunciar sistemáticamente torturas físicas o psíquicas en caso de ser detenidos. Y lo cierto es que en la inmensa mayoría de los casos las denuncias han sido rechazadas por la Justicia. Por eso, en este episodio de la lucha contra ETA que tanto preocupa a los grupos que han propuesto la iniciativa que debatimos hay que ser muy prudentes y esperar al pronunciamiento de los tribunales. Entre tanto, no estamos dispuestos a secundar el linchamiento de ningún agente policial ni vamos a permitir, al menos con nuestro voto, que el Congreso de los Diputados sirva de plataforma propagandística para los terroristas entre otras cosas por el respeto que nos merecen las víctimas de sus crímenes horrendos.
Termino, Sr. Presidente. No me gusta alardear de ello, pero en esta me siento impulsado a hacerlo. Desde el día 22 de diciembre de 1977 el Gobierno me puso escolta por haber tenido la osadía de defender el derecho de Navarra a conservar su identidad en el seno de la nueva España libre y democrática. Gracias a mis ángeles custodios he podido representar a Navarra y ejercer a lo largo de estos últimos treinta años el derecho a combatir sin otras armas que las de la palabra y la razón, el terrorismo de ETA, aunque a veces haya tenido la sensación de vivir en régimen de libertad vigilada que no deja de ser una forma de tortura. En todo este tiempo he sostenido el buen nombre de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad en su lucha contra ETA incluso en épocas donde muy pocos lo hacían. Por eso, me siento muy gratificado por el hecho de que el Grupo Parlamentario Popular me haya permitido poner punto final a mi vida parlamentaria con una intervención en defensa del honor de la Guardia Civil.
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