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José García Domínguez

Pesquisas bibliográficas

Tras adentrarnos en El Hogar del Libro del Paseo de Gracia y desbrozar durante más de una hora todas las secciones del local, el segundo asalto quedó en tablas: ninguno de los dos fue capaz de descubrir ni el menor rastro del best seller del año.

Como en algo hay que entretenerse para pasar el rato, el sábado le propuse al señor Girauta una visita de inspección por las librerías más señaladas de la ciudad. En el bien entendido de que el primero que fuese capaz de descubrir dónde escondían la última obra del editor de esta casa premiaría al otro con una consumición de café y copa en el local de su elección. Aceptados por ambos los términos del concurso, encaminamos nuestros pasos hacia Catalonia, el histórico establecimiento entre cuyos anaqueles San Pompeu Fabra redactara las normas ortográficas del catalán moderno. Una vez allí, después de apenas media hora de búsqueda, gané yo. Pues, despabiladas mis innatas artes adivinatorias tras las arduas pesquisas que con idéntico fin llevara a cabo la semana pasada en Laie, se me ocurrió hurgar entre los muy concurridos estantes asignados a los manuales de Semiótica y Teoría de la Comunicación. Ya se sabe, en los casos difíciles se impone dejarse llevar siempre por los presentimientos, por muy peregrinos que a priori se le antojen a la razón. Huelga decir que acerté: bien agazapado a la sombra de McLuhan y Chomsky, ahí estaba oculto mi café.

Consumada la victoria, con indisimulado aire triunfal, ostentóreo que hubiera dicho el difunto Jesús Gil, di en anunciarla a voz en grito para turbación del señor Girauta y escarnio del librero. No obstante, imponerse en una batalla no significa ganar la guerra. Razón de que tras adentrarnos en El Hogar del Libro del Paseo de Gracia y desbrozar durante más de una hora todas las secciones del local, el segundo asalto quedara en tablas: ninguno de los dos fue capaz de descubrir ni el menor rastro del best seller del año. Algo que no deja de tener su mérito, habida cuenta de que La ciudad que fue se anuncia en las paredes del propio establecimiento como el volumen más vendido de la cadena.

Sin embargo, como solía repetir el del Ferrol, no hay mal que por bien no venga. Y es que, fruto de esas exhaustivas y estériles exploraciones en pos de una nueva consumición gratuita, me tropecé, por puro azar, con una joya extraordinaria que no debe faltar en la biblioteca de ningún "catalanófobo" que se precie. Me refiero a las recién publicadas memorias de la editora Esther Tusquets. En realidad, si los programadores de Matrix fueran un poco más listos el libro que con más ahínco deberían ocultar a la insana curiosidad de los inadvertidos debiera ser
Habíamos ganado la guerra
. Así se titula el demoledor testimonio personal de una hija de la burguesía catalana –y catalanista– de la posguerra que, fenómeno inaudito en estas contradas, ha dado en coger papel y pluma con tal de relatar nada menos que de la verdad. Corran, pues, a comprarlo. Sin demora, ya, ahora mismo, antes de que alguien lo descubra y lo reubiquen de por vida en la sección de Macrobiótica.

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