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EDITORIAL

La España "soñada" de Zapatero

Zapatero, el que prefiere soñar con España a mirarla a la cara, siempre ha hecho uso de las cortinas políticas, para tapar sus verdaderas intenciones, que de un modo u otro pasan por sentarse frente a la ETA a negociar.

Rodríguez Zapatero está desatado, y ha pronunciado un discurso como candidato socialista a la presidencia del Gobierno de lo que quede de España que es una mezcla entre un folleto turístico y una charla de Pangloss. "El mejor es el tiempo presente. Y aún mejor el futuro", ha dicho el iluminado del presidente. El discurso de Zapatero es una sucesión de desprecios al rubor, un sentimiento que, por mínimo que fuese, le habría impedido pronunciar cosas como que "es verdad que viviendo en este país no nos sorprende que no nos queramos morir". Él no se morirá de vergüenza, eso es evidente. Un poco de atención a la realidad le habría hecho ver que el atávico instinto de querer vivir se repite en otros países e incluso en otras culturas. Pero lo que no hay en sus palabras es, precisamente, la más mínima atención a la realidad de nuestro país.

Con todo lo largo y tedioso que ha sido su discurso, lo más destacado de él son las ausencias. Tiene el descaro de hablar en primera persona de "aislar a ETA", cuando él no sólo no la ha aislado, sino que ha convertido a esta banda de asesinos en actores políticos reconocidos y los ha invitado a negociar. A negociar nuestras instituciones y nuestro futuro. Nada de ello aparece en sus palabras. Tampoco menciona los estatutos catalán y andaluz, o los demás, y de la política exterior sólo menciona la vergonzante escapada de Irak.

Apenas habla de los problemas reales de los españoles, y eso que no ha dejado de referirse a sí mismo. Prefiere decir que trabaja para "una España que se presiente a sí misma, que se sueña". España no es una realidad oculta que sólo deje lugar a un presentimiento, ni un sueño en la mente de un iluminado como el propio Zapatero. Es una realidad histórica que ha sido negada y traicionada por el Gobierno que él preside y por el partido que le sustenta.

Con este planteamiento su propuesta de futuro para nuestro país no podía ser muy brillante. Su primer gran objetivo, de tres con que nos ha amenazado, es alcanzar el pleno empleo. Y lo hace prometiendo una medida que provoca paro: aumentar el salario mínimo. El tercero pasa por "garantizar una convivencia mejor". Viendo su ejecutoria en esta legislatura, esa mejor convivencia pasa por la marginación de la oposición y por echar sal a las heridas del pasado, avivar los odios de las dos Españas y desenterrar nuestros peores errores. El día en que su idea de convivencia quede garantizado volveremos a ver escenas que creíamos superadas.

Y el segundo de sus grandes objetivos es, señores, el cambio climático. Son pocos los que se percataron hace tiempo de la significación política que tiene este asunto, a la cual nuestro periódico lleva años prestando atención. Que se atreva a lanzar esta campaña el presidente del país que más incumple Kioto no deja de tener miga. Zapatero, el que prefiere soñar con España a mirarla a la cara, siempre ha hecho uso de las cortinas políticas, de las falsas soluciones a los falsos problemas, para tapar sus verdaderas intenciones, que de un modo u otro pasan por sentarse frente a la ETA a negociar. Hacia ella sí que ha mostrado una de las palabras que más se repiten en su discurso de candidato: "tolerancia". Esperemos que no pueda seguir por ese camino, al menos desde el Gobierno.

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