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Gran coalición

Aunque es indudable que el PSOE acuchillará a Zapatero y sus pepiños si lo llevan a la derrota, la necesaria regeneración interna no está ni mucho menos asegurada, tanto por el peso de la herencia de su actual jefe como por motivos estructurales.

A grandes males grandes remedios. El daño que Rodríguez Zapatero ha causado a este país no se cura con unas cataplasmas. Un PP con posibilidades de victoria siente una mezcla de euforia y susto por lo que se le viene encima. Hace ya más de un año, cuando las posibilidades eran mucho menores que en este momento, ya había quien especulaba, particularmente y en terceros niveles, con que la magnitud de la tarea requería ni más ni menos una coalición con el PSOE.

No se trata sólo de que en caso de mayoría relativa al PP le resulte mucho más difícil encontrar aliados que a un PSOE a corta distancia por detrás. Incluso con una modesta mayoría absoluta, la reversión de los desastres ocasionados por la malévola irresponsabilidad de Zapatero sería imposible sin la colaboración activa de su formación política.

Ello supone poco menos que una refundación socialista. La creación de un partido de izquierda moderada, con respeto a las reglas del juego democrático, que empiezan por no basar su estrategia en el intento sistemático de deslegitimar a los conservadores con el sueño de conseguir la posición de partido monopolista, como lo fueron, durante decenios, el PRI mexicano, la democracia cristiana en Italia y el partido liberaldemócrata en Japón.

Aunque es indudable que el PSOE acuchillará a Zapatero y sus pepiños si lo llevan a la derrota, la necesaria regeneración interna no está ni mucho menos asegurada, tanto por el peso de la herencia de su actual jefe como por motivos estructurales. Porque al aceptar el partido las prebendas que irradian del zapatazgo de mil amores, se ha convertido en una de las instituciones más profundamente metamorfoseadas por los desmanes de quien nos gobierna.

Aunque muchos de sus adeptos, entre encantados y envidiosos, se sorprendieron de que un secretario general de pura transición los llevara al poder por puro "accidente" y refunfuñaron durante algún tiempo ante el dislate del Estatut y la negociación con ETA, terminaron tragándolo absolutamente todo, sin, a la hora de la verdad, que ha sido la de las incontables mentiras, rechistar lo más mínimo. Como un solo hombre, varón o mujer, derecho o invertido.

En ello ha contado la acentuación de uno de los rasgos que caracterizan a la organización creada por Pablo Iglesias: una gran oficina de empleo para los amigos. Ningún puesto en cuya adjudicación pueda influirse puede permitirse que se escape de las manos. Este carácter de partido pesebre y las expectativas que suscita ha cementado muchas lealtades incondicionales, y como la capacidad humana de cinismo tiene un límite bastante bajo, las conversiones internas a la secta zapateril han terminado siendo masivas, haciendo más difícil el radical remozamiento que la salud del país va a requerir en unos meses.

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