Colabora
Antonio Sánchez-Gijón

Hitler y el CAC

Lo que digo es sólo que el nacionalismo catalán muestra una tendencia a la aplicación de métodos de asimilación lingüística parecidos a los puestos en vigor por Hitler.

El sistema de ideas de todos los nacionalismos se asemeja a un sistema fluvial: posee tramos en que las aguas se despeñan con violencia arrolladora y tramos donde las aguas fluyen mansamente; aunque a veces den un susto. Los tramos violentos y los tramos calmos se alimentan de la misma agua, y ésta produce el mismo efecto: erosionar el suelo, darle forma, labrar valles que separan.

Donde decimos agua pongamos la lengua. Y donde decimos cursos violentos y cursos calmos de un mismo sistema fluvial pongamos el nazismo, por un lado, y el nacionalismo catalán por otro, debido a la utilización que hacían aquéllos y hacen éstos de la lengua como elemento de segregación y de identidad separadora.

¿Qué cómo me atrevo a poner en un mismo plano el nacionalismo de los nazis con el catalán; es decir, un nacionalismo genocida frente a un nacionalismo de bon seny? Bueno, yo no digo que haya tendencias genocidas en los nacionalistas catalanes; es evidente que no..., excepto algún que otro pistolero, desautorizado con la boca chica por los mandamases del nacionalismo. Lo que digo es sólo que el nacionalismo catalán muestra una tendencia a la aplicación de métodos de asimilación lingüística parecidos a los puestos en vigor por Hitler.

Él mismo nos lo cuenta en sus Conversaciones sobre la paz y la guerra. Hitler prometió hacer en Alsacia y Lorena, que habían sido incorporadas en 1940 al III Reich, lo que los franceses hicieron en esas provincias entre la primera y la segunda guerra mundiales: "Extirparemos despiadadamente el bilingüismo de esos territorios, y los medios radicales a que recurriremos probarán su eficacia incluso sobre la población rebelde a la germanización". Entre esos medios radicales estaba "expulsar de ellas a todos los que no acepten espontáneamente ser alemanes"

Los nacionalistas catalanes parlotean un discurso paralelo, eso sí, más civilizado: extirparemos de Cataluña el bilingüismo con los mismos métodos que aplicó el franquismo para imponer el castellano.

Hitler se mostraba prudente sobre las expectativas temporales de su política."Ya a la segunda generación, o lo más a la tercera, esas regiones estarán completamente pacificadas". Entiéndasele, serán exclusivamente germano-parlantes. No parece que los nacionalistas catalanes vayan a ser tan pacientes en sus ansias por extirpar el castellano del uso habitual de los catalanes. Están metiéndole gas a sus planes liquidacionistas. Véanse los programas de las TV catalanas, lo que le pasa a los rótulos comerciales en castellano, el recreo de los niños, etc. No estoy seguro, sin embargo, de que estén dispuestos a expulsar a todos los que no se sientan "espontáneamente" catalanes y sólo catalanes. Al fin y al cabo, "la pela es la pela".

Como aquellos ultranacionalistas de los cuarenta, los nacionalistas catalanes también saben cómo servir los fines de su "comunidad". El dictador alemán sostenía que la libertad de prensa es "una superstición". Y añadió: "Al principio no resultó demasiado fácil explicarles todo esto a los periodistas, así como hacerles comprender que, perteneciendo a un todo solidario, tenían personalmente ciertos deberes para con la comunidad". Ya que los periodistas no comprendían tan luminosa verdad, "la prensa llegaba a perjudicarse a sí misma". Supongo que esto último lo decía con sarcasmo: qué conveniente y productivo sería para los periodistas seguir las directrices de Goebbels. A fin de cuentas, reflexionaba el führer, "la prensa desempeña un importante papel en la educación del pueblo", y en la educación de los buenos alemanes Hitler no ahorraba dinero.

La labor goebbelsiana en Cataluña está encomendada, en materia televisiva, al Consejo de lo Audiovisual (CAC). Su fin es prevenir la entrada de productos audiovisuales "suministrados desde fuera de la misma comunidad, por medio de operadores salidos de otras tradiciones" (culturales). Esta noble lucha por la propia cultura se reduce a la lengua, la lengua y la lengua; la catalana y, generosos ellos, la microminoritaria aranesa. La cultura catalana expresada en castellano no tiene cabida. Con desenfado, el estatuto del CAC reconoce los derechos otorgados a todos por la Constitución española. Excepto el de servirse de la lengua castellana para producir cultura en Cataluña. No se la menciona ni una sola vez en la ley del CAC. El fin de la ley y el CAC es confesadamente el "refuerzo de la identidad nacional". Con sarcasmo hitleriano, todo esto se hace "como un proceso integrador, en evolución constante y abierto a la diversidad".

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario