Zapatero y el ámbito vasco de decisión
Esta posición del Gobierno muestra que Zapatero, a pesar de su huera palabrería de dureza contra la ETA, no quiere que la silla de negociación se enfríe.
El referéndum convocado por Juan José Ibarretxe sobre la secesión del País Vasco es uno de los ataques más duros a la nación española de toda la democracia. Es evidente, incluso para el propio Gobierno Vasco, que la consulta es ilegal. Pero para los nacionalistas ello no supone ningún problema porque precisamente lo que quieren es disolver la legalidad vigente en aquella comunidad autónoma. No es ya que atenten contra la Constitución; la obvian.
El PNV, que siempre ha tenido una actitud ambivalente respecto de la legalidad, entiéndase ello del modo tan amplio como se desee, prefiere hablar del "derecho de decisión del pueblo vasco". Está claro que una consulta popular no puede disolver la nación española, pero recordemos que José Luis Rodríguez Zapatero reconoció ese "ámbito de decisión vasco", en una de sus cesiones a ETA durante su negociación del futuro de los españoles con la banda terrorista.
La reacción del Gobierno al envite nacionalista resulta de lo más significativo. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, también obvia la legalidad, como lo hace el PNV. El Gobierno no quiere que el referéndum peneuvista se cruce en un juzgado con el Orden Jurídico, porque sería reconocido como lo que es: una propuesta absolutamente fuera de la ley.
El Gobierno, y su presidente silente, prefieren "la vía política", es decir, la componenda al margen de la ley, como ya hiciera cuando permitió que se debatiera el inconstitucional Plan Ibarretxe en el Congreso de los Diputados. Se coloca así también al margen, no nos engañemos, del sentir mayoritario de los españoles, que no concibe que se le otorgue a una parte de los españoles el derecho a erigirse en nación y que está, de forma abrumadora, del lado de la Ley en este asunto.
Siendo benevolentes, esta decisión del Gobierno correspondería a un doble cálculo: el de no enfadar en exceso a unos nacionalistas con los que podría necesitar pactar tras las próximas elecciones de marzo y el de aparentar que hace algo frente a su electorado. Pero para cualquiera que carezca de confianza en Zapatero y los suyos, esta posición muestra que, a pesar de la huera palabrería de dureza contra la ETA, a pesar de las acciones policiales contra la banda (provenientes en la mayoría de Francia), el presidente del Gobierno sigue amarrado a ETA y a la negociación. Zapatero no quiere que la silla de negociación se enfríe.
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